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((**Es6.64**) falta totalmente de hermosos frutos, y entonces veréis que todos, indignados, la maldecirán porque ocupa inútilmente un lugar tan bello. Los pueblos vuelven a nosotros sus ojos esperando ver buenos frutos, y si no los ven, ícómo se escandalizan! San Ambrosio nos compara con la luna. Dice que debemos ser como ella. La luna no brilla con luz propia, sino que la toma del sol, se sirve de ella y después la da a la tierra. Así somos nosotros. No tenemos nada nuestro, sino que hemos de recibir de ((**It6.70**)) Dios, sol de justicia, la divina palabra que ilumina las inteligencias, y después de habernos servido de ella para nuestra santificación, debemos esparcirla para iluminar a todos los hombres, los cuales esperan que nosotros les guiemos por el camino que conduce al cielo. San Agustín añadía: queréis saber qué indica la toga que visten los jóvenes romanos? No creáis que solamente significa que aquel joven ha cumplido ya los diecisiete años; indica que bajo aquella toga están la ciencia, la virtud y todas las buenas prendas que deben adornar a los que la quieren vestir. Lo mismo nos sucede a nosotros. Bajo el hábito debemos llevar las virtudes que corresponden a un hábito tan divino. Tenía Josué que pasar el Jordán. Díjole Dios: -Envía delante a los sacerdotes con el arca: entren en el río llevándola a hombros y las aguas del Jordán se abrirán y pasará tu ejército. Así lo hicieron los sacerdotes, y las aguas se dividieron; las de un lado se levantaron como un alto muro, las del otro siguieron su camino, quedó seco el lecho, y todo el ejército de Israel pasó al otro lado del Jordán. Lo mismo tenemos que hacer nosotros. Con el arca de la divina alianza, con la santa religión, con buenas máximas, con palabras amables, con santos ejemplos, debemos actuar de modo que los hombres pasen sanos y salvos de este mundo a la eternidad. Hagamos, pues, todo lo que podamos para bien de las almas. A vuestro alrededor hay muchos jóvenes, que os vigilan continuamente; dedicaos con todas vuestras fuerzas a encaminarlos al bien con el buen ejemplo y con las palabras, con los consejos y advertencias caritativas. Si lo hacéis así durante este año, aun cuando no sois en número más que los años pasados, yo estaré satisfecho; y no dejará el Señor de bendecirnos a mí, a vosotros y a toda la casa, y seguirá como siempre ayudándonos con su poderoso brazo, sacando mucho fruto de nuestros trabajos. Amén. Así sea. No se cansaba de recomendarles en las conferencias una asistencia concienzuda a los chicos, pues hubiera sido ignorar al mundo, pretender que las debilidades humanas no traspasasen el umbral del Oratorio. Y él les ((**It6.71**)) daba ejemplo. Vigilaba siempre como centinela constante, pero prudente, a fin de prevenir el mal o vencerlo cuando había echado alguna raíz en la casa. Durante los primeros veinte años del Oratorio aparecía por todas partes, y a veces cuando menos se le esperaba. En los dormitorios, en los talleres, en las aulas, en los comedores, en los lugares menos frecuentados y más apartados. Todo lo observaba, hasta en los últimos detalles. Quería saberlo todo y verlo todo. Dos chicos se quedaban solos unos instantes en su refectorio,(**Es6.64**))
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