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((**Es6.591**) de los que acababan de entrar en el Oratorio; y muchos escribían todo lo que veían en él de notable y la impresión que les causaban los prodigios obrados por él. El mismo Francisco Dalmazzo, ya mencionado, fue testigo de una solemne predicción, que, aquel mismo mes, anunció don Bosco. El día 11 de octubre de aquel año 1860 declaró el conde Camilo de Cavour, Jefe de Gobierno, ante el Parlamento: -Nuestra estrella y norte es lograr que la Ciudad Eterna, en la que veinte siglos han acumulado toda suerte de glorias, llegue a ser la espléndida capital del Reino de Italia. Don Bosco veía con dolor que la revolución no estaría satisfecha hasta arrebatar al Papa el último jirón de sus dominios, y, poco tiempo después, dijo una noche, sin hacer ninguna alusión concreta, que en el próximo año 1861 moriría un gran personaje, un famoso diplomático de muerte inexplicable e imprevista y que de ello se hablaría por toda Europa como de un hecho de mucha gravedad. Intentaron los alumnos adivinar quién podía ser aquel personaje. Se barajaban diversos nombres, incluso el del Emperador ((**It6.784**)) de Francia, que tenía el mundo en sus manos. Mas los señalados estaban, humanamente hablando, en la flor de la edad y podían vivir todavía muchos años. Fue interrogado don Bosco muchas veces, pero siempre mantuvo el más riguroso secreto. Se comprendía, de una manera confusa, que don Bosco había hablado para infundir un saludable temor a los castigos de Dios. Nadie pensaba en el conde de Cavour, que, a pesar de su robustez y de su temprana edad de cincuenta y un años, a fines del año 1860 empezaba a padecer de accesos de sangre, que a veces le hacían salir de sus casillas y disparatar. Agotadas sus fuerzas con las agitaciones políticas y los pesados trabajos soportados por la causa nacional, estaba poseído de grandísimo temor ante la enorme dificultad de dominar la revolución por él desencadenada. Incluso corrieron voces de que quería abandonar el ministerio; pero, recobrado del todo, siguió al frente del gobierno del Estado, usando y abusando de su poder. Del cumplimiento de esta predicción estaban convencidos los más antiguos de la casa. Sigue diciendo la Crónica del padre Ruffino: <(**Es6.591**))
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