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((**Es6.587**) extraordinarias. Los dos empleados de la cocina se retiraron. Entre tanto, llegó mi vez y comencé a confesarme. La misa estaba ya en la consagración, y uno de los dos empleados volvió a don Bosco y repitió: >>-La misa está ya avanzada, qué daremos a los chicos? >>-íPero!... íQué ganas de molestar tenéis! Dejadme confesar en paz, y ya veremos!, dijo don Bosco. >>Y añadió: >>-Id a la despensa y buscad lo que haya, recoged también lo que pueda encontrarse abandonado por los comedores. >>El mozo se fue y yo seguí mi confesión, sin preocuparme mucho de que pudiera faltarme el desayuno, pues tenía que marcharme para Cavour pocos momentos después. Acababa yo de confesarme, cuando por tercera vez volvió el mismo individuo diciendo de nuevo a don Bosco: >>-La misa va a terminar y no hay pan. Hemos recogido todo lo que se encontró y hay unos pocos panecillos, que no bastan para lo que se necesita. >>Y metía prisa a don Bosco, que seguía confesando con toda calma, para que diera las órdenes que pedía el caso. Hízole señas don Bosco para que no se apurase y añadió: >>-Meted en el cesto los panecillos que quedan todavía y dentro de unos instantes iré yo mismo a repartirlos. >>En efecto, después de confesar al chico que estaba arrodillado a su lado, se levantó y se acercó a la puerta por donde salían los jóvenes de la iglesia al patio, que era la que está detrás del altar de la Virgen. Allí se solía repartir el desayuno y delante del umbral estaba ya la canasta ((**It6.779**)) del pan. Yo entonces, repasando en mi mente los hechos milagrosos que había oído contar de don Bosco y, picado por la curiosidad, me adelanté a él para ir a situarme en un lugar oportuno, que me permitiera ver bien y observarlo todo a mis anchas. Al salir encontré a mi madre a la puerta; llamada por carta a Turín, había venido para llevarme a casa y me dijo: >>-Ven, Francisco. >>Yo le hice ademán de que se retirara y añadí: >>-Mamá, antes quiero ver una cosa, y después iré en seguida contigo. >>Mi madre se retiró a los pórticos. Yo fui el primero en tomar mi panecillo y al mismo tiempo miré al cesto y vi que quedarían unos quince o veinte panecillos, a lo sumo. Después me coloqué, sin ser visto, exactamente detrás de don Bosco en un lugar más elevado, (**Es6.587**))
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