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((**Es6.578**) un instante ante la iglesia de san Francisco de Sales, bajó la cabeza hondamente conmovido y dijo llorando: -Qué felices deben ser estos muchachos. Preguntó entonces a un viandante, que pasaba por allí, qué centro ((**It6.766**)) era aquél con tanto sabor a fiesta, y le contestó: -El Oratorio de don Bosco. Sin más, pidió que le dejaran entrar, se presentó a don Bosco, abrió su corazón al hombre de Dios y le manifestó que las estrecheces de su familia no le permitían pagar la pensión en el Seminario. Fue aceptado, entró algún tiempo después a vivir entre los felices moradores del Oratorio y a los pocos meses declaró su deseo de consagrarse enteramente para toda su vida a la obra del Oratorio. Don Bosco que conoció la virtud, el talento y la ciencia de aquel joven, no sólo le condonó toda la pensión, sino que le proveyó de todo lo necesario para vestir y estudiar. Enrique Bonetti fue un verdadero tesoro para el Oratorio, llegó al sacerdocio y, lleno de gratitud, no se cansaba de contar el beneficio que le había concedido la Virgen. Otro joven de la misma edad que Enrique Bonetti, pero de distinta provincia, manifestó un día a un sacerdote de su confianza la inclinación que sentía para ingresar en alguna Orden o Congregación religiosa, pero que, por un motivo o por otro, no daba con una que cuadrase con su temperamento. Contestóle aquel sacerdote: -Pues mira; la Virgen te quiere tanto que, si no encuentras una Orden o Congregación que te guste, inventará una para ti, y que sea de tu gusto. Ya verás si no es cierto lo que te digo. Con que un día de fiesta iba aquel joven, que deseaba sinceramente conocer la voluntad de Dios en torno a su porvenir, a rezar el rosario ante el altar de la Virgen en la iglesia de su pueblo. Pedía a la Santísima Virgen María que le iluminase para conocer su vocación. ((**It6.767**)) Se retiró a descansar y, al amanecer, cuando todavía no estaba bien despierto, mientras sonaba la campana del alba, oyó una voz clara, que le decía al oído: -Vete a L... y encontrarás a don Bosco. Se levantó el joven con aquellas palabras grabadas en la mente. Había oído hablar de don Bosco más de una vez; un día había ido a Turín para pedirle consejo, pero no le encontró; le conocía como fundador del Oratorio, pero no sabía nada de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales. No conocía en su pueblo a ningún amigo de don (**Es6.578**))
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