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((**Es6.576**) años. Después de despachar algunos asuntos, se presentó a don Bosco, a quien deseaba conocer. Quedó encantada de su afabilidad: tomó aparte a Severino y le dijo al oído algunas de aquellas palabras misteriosas, que obraban tantas maravillas. Ella, que había quedado a cierta distancia, no podía oír, pero quedó asombrada al ver el efecto que hacían aquellas palabras en su hijo. Había quedado como arrobado, electrizado. Partieron los dos del Oratorio felices de haber visto a don Bosco. Pero el hijo mantuvo el secreto de las palabras de don Bosco y no quiso revelarlas nunca a nadie, llevándose consigo a la tumba su secreto. Ni la madre pudo penetrarlo. Al despedir a Severino, don Bosco le dijo: -Escríbeme alguna vez, y yo te contestaré. El jovencito titubeaba en escribirle; pues, enfermizo como era, iba algo retrasado en los estudios y le ruborizaba la idea de no saber escribir bien. La madre le instaba, y él se echaba para atrás, aunque afirmaba que tenía un sinfín de cosas que decir a don Bosco. -Pues bien, concluía la madre, hazte cuenta de que estás delante de don Bosco y le escribes como si le hablaras. Por fin rindióse a la idea Severino y escribió a don Bosco, el cual le contestó en los términos siguientes: Queridísimo amigo mío: Me ha gustado mucho tu carta. Si tú experimentaste un gran consuelo por el poco rato que estuvimos hablando, qué alegría sera la nuestra cuando, con la ayuda de Dios, vivamos para siempre felices en el cielo, donde a una voz alabaremos a nuestro Creador por toda la eternidad? ((**It6.764**)) Animo, pues, amigo mío; manténte firme en la fe, crece cada día mas en el santo temor de Dios; guardate de los malos compañeros como de serpientes venenosas, frecuenta los sacramentos de la confesión y comunión; sé devoto de la Santísima Virgen y ciertamente serás feliz. Cuando te vi, me pareció descubrir en ti algún designio de la divina Providencia; todavía no te lo digo; si vienes otra vez a verme, hablaré mas claramente y sabrás la razón de ciertas palabras que te dije entonces. Que el Señor os conceda, a ti y a tu madre, salud y gracia; reza por mí que de corazón soy tu Turín, 5 de septiembre 1860. Afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. Al señor Severino Rostagno, estudiante, calle del Pino, casa Valetti. Pinerolo. (**Es6.576**))
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