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((**Es6.568**) que llenaron varias veces seguidas el comulgatorio y se observó después en muchísimos una grande y duradera reforma religiosa y moral. La gente de los pueblos admiraba a los alumnos del Oratorio tan despabilados, piadosos y de tan buenas costumbres, que por la tarde divertían a todo el pueblo y por la mañana se acercaban a comulgar. Don Bosco, entretanto, preocupado continuamente por sus jóvenes, se mezclaba con ellos en los recreos, y cuando emprendían la marcha, les iba dirigiendo a cada paso alguna palabra que les recordaba a Dios, a la Virgen, o una virtud a practicar. Su porte era siempre el de un santo. La gente, que veía sus continuos cuidados paternos, concebía gran estimación por los sacerdotes, y eran muchos los padres que se animaban a confiarle sus propios hijos para que los educase. Los chicos de aquellos pueblos estaban entusiasmados y se agolpaban a alrededor de la comitiva del Oratorio, atraídos por las buenas y afectuosas maneras de don Bosco, por las amables y eficaces palabras que sabía dirigirles. Parecía el buen Jesús cuando exclamaba: Sinite parvulos venire ad me (Dejad que los pequeños vengan a mí). Más aún, había quienes seguían la comitiva durante todo el día participando en la comida, en las diversiones, en las prácticas piadosas, y al atardecer ((**It6.753**)) volvían a sus casas; algunos no sabían separarse de sus nuevos amigos y, al término de la jornada, se hospedaban con ellos. Más de uno acompañaba de etapa en etapa a la alegre tropa durante varios días, arreglándose como podía por las alquerías, cuando no encontraba sitio en la casa del huésped. Algunos prolongaban la marcha con don Bosco hasta el fin de la excursión y, al llegar a Turín, ya no querían volver a sus casas. Escribió el canónigo Jacinto Ballesio: <>. Y lo aplicaba especialmente a sus alumnos internos. Estos, uno tras otro, iban a porfía por acompañarlo en aquellas larguísimas caminatas y tenían tiempo y oportunidad para abrirle su corazón; y con la íntima familiaridad con que los tenía atados, no le ocultaban nada de lo que habían hecho o pensado, oído o visto. A veces dedicaba todo el tiempo a dialogar con un solo muchacho. Su conversación giraba casi siempre en torno a la vocación o a la manera de llegar a conocerla. En efecto <(**Es6.568**))
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