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((**Es6.565**) Salió entonces don Bosco a la antecámara y dijo: -Vamos a la capilla; si Cerruti no viene, tú rezarás las oraciones durante la misa. Así lo disponía siempre don Bosco, cuando llevaba consigo alguno de sus muchachos, para edificación de sus huéspedes y de los demás fieles. En aquella ocasión nunca dejaba él de ir a visitar al canónigo Cottolengo, hermano del venerable fundador de la Pequeña Casa de la Divina Providencia, en cuya casa se reunían muchos amigos para entretenerse con él. Iba también a saludar al antiguo profesor de Retórica, que llevaba su mismo nombre y apellido. Era doctor, agregado al Claustro de Filosofía y Letras en la real Academia militar. Ya dejamos dicho que había trabado una íntima e inmutable amistad con su discípulo, desde que conoció en la escuela sus raras prendas. Otra de sus visitas predilectas era la que don Bosco hacía con sus muchachos a la tumba de Luis Comollo en la iglesia de San Felipe. Aquel día continuó don Bosco con sus cuatro alumnos el viaje a pie; y, pasando por Riva di Chieri, llegó a Buttigliera. ((**It6.749**)) Allí habían salido a su encuentro los muchachos que había enviado a I Becchi. Después de descansar y tomar un bocado en casa del párroco, prosiguieron el camino. Durante el mismo hubo un alumno que atravesó un gusano con la punta de su bastón. Don Bosco, que lo vio, le dijo: -Por qué matar así a ese pobre animal? La vida es el mayor don que ellos han recibido de Dios; en ellos todo acaba con la muerte. Avanzada la tarde, llegaron a I Becchi los músicos, los cantores, los que habían merecido aquel premio especial de la excursión y otros que necesitaban de aquel aliciente para perseverar en sus buenos propósitos. El 7 de octubre, que era domingo, se celebró la fiesta del santo Rosario con las acostumbradas funciones solemnes religiosas y con las diversiones de siempre. El día 8 fue toda la comitiva a comer en casa del párroco de Castelnuovo. Allí se encontró don Bosco con Bernardo Arato, un rapazuelo del pueblo, de casi diez años. Le miró sonriendo, le acarició y después marcó delicadamente en su frente una cruz con el pulgar, diciendo: -Sigue siendo bueno; un día serás sacerdote y harás mucho bien. (**Es6.565**))
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