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((**Es6.55**) -Se quedará a comer con nosotros? -Si la señora Dominga tiene la bondad de darme un poco de sopa... -Figúrese: con mucho gusto. Si se marchara antes de la comida, nos ofendería. En tanto volvió el párroco; y apenas puso los pies en el umbral, anuncióle el ama la llegada de don Bosco y volvió corriendo a la cocina. El buen sacerdote rindió a su amigo los más cordiales agasajos, pero estaba preocupado pensando en ((**It6.57**)) el mezquino yantar que habría preparado Dominga: y confirmóse en su opinión cuando al toque del mediodía, todavía no estaba preparada la comida. Mas he aquí que llega la criada, rebosante de alegría, y anuncia que la sopa estaba en la mesa. Quedó atónito el párroco al ver unos entremeses variados y abundantes, y después platos y más platos... -íBravo! íViva la señora Dominga que sabe preparar un banquete tan bueno!, repetía de cuando en cuando don Bosco. -íSi yo hubiera sabido que usted iba a venir... pero así tan de repente... no he tenido tiempo para preparar nada!..., exclamaba Dominga. Y recordaba al párroco, uno tras otro, los vinos de mejor calidad que guardaba en la bodega. -Pero, cómo has podido domesticar así a esta buena mujer?, decía por lo bajo el párroco a don Bosco, cuando Dominga volvió a la cocina; enséñame el secreto. -Después te lo diré: ahora come y alégrate. -Sí, sí; estoy satisfechísimo de tu venida; más aún, te ruego que vengas a visitarme una vez a la semana. -Por qué? -Porque así podré interrumpir de vez en cuando mi eterna cuaresma. Las alabanzas y singularmente el título de señora Dominga habían producido el milagro. De este modo lograba don Bosco su plan, que era preparar el ánimo de la buena ama en favor de sus alumnos para cuando fueran de paseo a aquella aldea. Y hasta le dio una buena propina por su trabajo. Al atardecer volvía don Bosco a juntarse con sus muchachos, que habían tenido ocasión de admirar un hermoso acto de ((**It6.58**)) virtud del querido Magone. Habían ido a divertirse por la floresta próxima a la casa. Unos buscaban setas, otros nueces o castañas, algunos amontonaban hojarasca o leña, lo que era para ellos un agradable entretenimiento. (**Es6.55**))
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