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((**Es6.516**) cumplió aquel refrán de: no hay mal que por bien no venga, y la afirmación de San Pablo, de que todo se convierte en beneficio para los que aman a Dios: Diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum. El Oratorio tuvo ocasión de experimentar la verdad de estas palabras, puesto que las persecuciones del Gobierno y los cobardes ataques de la mala prensa le resultaron beneficiosos. En efecto, aquellas antipáticas, y a la vez llamativas inspecciones, dieron a conocer mejor a don Bosco y su obra; prestaron ocasión a las Autoridades públicas para convencerse de que nada habían de temer de su política; antes al contrario, hicieron que se le enviara de muchas partes un número tan grande de alumnos que, en poco tiempo, pasaron de quinientos a seiscientos, setecientos y finalmente hasta mil. El Oratorio se convirtió en una ciudad de los muchachos, llena de halagüeñas esperanzas para la Iglesia y para la sociedad civil. No sólo los padres y los párrocos, sino hasta los alcaldes, gobernadores o delegados empezaron a enviar, en mayor número que antes, a los hijos de sus empleados difuntos y de otros necesitados, que recurrían a ellos para ingresar en un centro de beneficiencia. Algunos gobernantes apreciaban tanto a don Bosco y al Oratorio que les parecía no encontrar ((**It6.687**)) en todo el Estado una persona y un lugar más seguro para sus recomendados. Farini mismo volvía el 18 de julio a hacer sus recomendaciones. Con esta fecha, enviaba el caballero Salino una súplica, con el número de oficio dos mil ciento cincuenta y cinco, en favor de Pablo Bertino, de trece años, natural de Levone. La presentaba aquel Ayuntamiento, apoyada por el párroco y por el Diputado, a fin de que el Ministro obtuviese de don Bosco una plaza gratuita de estudiantes en su centro para el joven recomendado. Le siguieron otras recomendaciones. Tenemos a la vista muchas cartas de Ministros y de sus Secretarios 1 en las que se insta a don Bosco para que admita en el Oratorio a muchachos huérfanos y desamparados, con expresiones de gran encomio y promesa de ayuda a su obra. Este hecho sirvió al Oratorio de firme apoyo en aquellos tiempos en los que bastaba que una institución, por buena que fuera, cayera en sospecha al Gobierno, para que se encontrase en seguida expuesta a guerras atroces y en peligro de sucumbir a las violencias de quien blandía la espada o manejaba la pluma. Pero don Bosco mantenía la más estricta reserva para no meterse en asuntos o temas de política, tanto más que la fórmula adoptada 1 Véase el apéndice del presente volumen. (**Es6.516**))
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