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((**Es6.407**) sospechas de que en el Oratorio existiera un foco de conspiración y un centro de activa propaganda contra el Estado. Ciertos enemigos ocultos y vulgares delatores, para granjearse el favor de los ministros, susurraban a sus oídos que don Bosco guardaba secretas y comprometedoras relaciones con los jesuitas, con el arzobispo monseñor Fransoni, con el cardenal Antonelli, con Pío IX y hasta con Austria con el fin de sembrar el descontento en el pueblo y preparar una reacción contra el presente orden de los asuntos públicos. Creían que don Bosco informaba continuamente al Papa sobre los acontecimientos que desde el año 1848 se habían sucedido en favor de la independencia de Italia, y que le señalaba, por así decirlo, las etapas que la revolución iba haciendo. El Breve, que Pío IX le había enviado con fecha siete de enero, hacía suponer una correspondencia que hostilizara al Gobierno. Se llegó incluso a hacer suponer que en el Oratorio había una dependencia llena de fusiles, para armar con ellos a los jóvenes en determinadas circunstancias; pero evidentemente los delatores habían tomado el almacén del pan por el de las armas. Repetidas veces le habían asegurado al doctor Carlos Luis Farini, ministro de Gobernación, promotor principal de las revoluciones italianas, desde su rica quinta de Saluggia, donde reunía frecuentemente a sus amigos para conspirar, que en el Oratorio de Valdocco existían pruebas de la complicidad de don Bosco con los enemigos de Italia. ((**It6.542**)) Velaba sus ojos la aversión al Papa, pues estaba escribiendo la cuarta parte de su historia del Estado Romano, en la que calumniaba al Papado y a Pío IX y esparcía falsas interpretaciones de los hechos y de las intenciones. Dio, pues, órdenes a la policía de vigilar a don Bosco. Ya había sufrido el Oratorio diversas molestias en otras circunstancias, como vimos en los primeros volúmenes de nuestras Memorias; pero procedían entonces de personas privadas o del Ayuntamiento; las autoridades del Reino salían en defensa de don Bosco, como lo hizo el mismo rey Carlos Alberto. Más tarde había sido llamado varias veces por las autoridades para rendir cuentas de su proceder, pero todo se había reducido a corteses reproches y consejos. Pero ahora tomaba la cosa un cariz completamente diverso, pues entraba en la lucha contra el Oratorio un enemigo que representaba al Gobierno y tenía la fuerza en sus manos. Don Bosco sospechaba algo, pues no le habían sido entregadas algunas cartas de eminentes personajes. Estaba muy en boga en aquel tiempo secuestrar la correspondecia en las oficinas del correo, (**Es6.407**))
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