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((**Es6.397**) la crisis de un momento y que pronto recobraría el orden su antiguo puesto. Por el contrario, don Bosco insistió asegurando que la revolución, sostenida con todos los medios poderosos de que puede disponer un gobierno estable, había alcanzado posición permanente en nuestras tierras y sólo Dios podía saber cuándo, después de muchos años, podría efectuarse, con su ayuda, una restauración de la autoridad eclesiástica. Ya se habían desvanecido todas las esperanzas humanas y no percibía atisbo alguno, ni lejano siquiera, que ofreciera indicios de que iba a desaparecer aquel estado de cosas, pues todos los gobiernos eran enemigos de la Iglesia. No quiso Monseñor renunciar a sus ilusiones y siguió negando crédito a los pronósticos de don Bosco; pero a los pocos años le escribía: -Tenía usted razón; ahora, tal vez, es demasiado tarde. Don Bosco, siempre agradecido a la familia De Maistre, visitó en Bérgamo a la hija del conde Rodolfo, viuda a los diecinueve años del conde de Medolago, y se apresuró a darle noticias de ella pues sabía que el conde, su padre, ya muy avanzado en años y que se encontraba en Beaumesnil, en Francia, las deseaba vivamente. (**Es6.397**))
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