Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es6.367**) corrían a cargo del secretario, al cual frecuentemente le entregaban, según parece, los papeles para evitar molestias, sin que ningún otro tuviera siquiera conocimiento del asunto; y en aquellas secretarías tenía don Bosco amigos de gran consideración. Más de una vez era el mismo Ministro quien, por diversos motivos, tenía interés en hacer recomendaciones, con las cuales quedaba en cierto modo comprometido con el Oratorio. En todos estos casos don Bosco se apresuraba a aceptar aquellas instancias; y respondía personalmente al Ministro, a quien luego sabía pedir protección o ayuda en tiempo oportuno. Así pues, él, que probablemente había insinuado al Alcalde de Lagnasco dirigiera la súplica al Ministerio de Gobernación, contestó a Farini en términos atentos y respetuosos, conservó la carta del Ministro y el muchacho entró como aprendiz en el Oratorio, donde se encontró con que los alumnos por amor a la patria común, Italia, hablaban en italiano. En efecto el día 13 de febrero, una comisión de aprendices de la casa, inducidos por alguien que conocía las intenciones de don Bosco, se presentó a él a la hora del recreo de después de la comida, mientras se entretenía con los clérigos y estudiantes, y le pidió que tuviese a bien introducir en el Oratorio el uso de la lengua italiana en la conversación ordinaria. Don Bosco se adhirió a la propuesta, previendo ((**It6.485**)) que, de no ser así, pronto se introducirían en Valdocco los dialectos de todas las regiones de Italia; es más, lo declaró obligatorio para los estudiantes, y al día siguiente ya no se oyó hablar a los muchachos en dialecto piamontés. Componían la comisión Fassino, Roda, Giani, Biletta, Cora y Variolato. Pero los aprendices se rindieron muy pronto, pues la mayoría temía las burlas de los otros por los frecuentes disparates y les parecía además que hablando la lengua italiana se daban aire de señoritos. Aquel mismo día, 13 de febrero, aumentó el número de los aprendices. Hay que pensar en que don Bosco solía invitar por compasión a vivir con él a muchachos vulgares, sin religión, que, especialmente por los alrededores de Puerta Nueva, se dedicaban a vender cerillas, limpiar zapatos y llevar las maletas de los viajeros. Pero aquellos vagabundos, que no querían oír hablar del alma ni de disciplina, rehusaban seguirle con gran disgusto del Siervo de Dios. Mas he aquí que aquel día volvía don Bosco de la ciudad al Oratorio, cuando vio en medio de una plaza, a poca distancia, a siete muchachotes de unos dieciocho años, ociosos, vagabundos, capaces de cualquier desmán, los cuales, juntándose con otros de los que (**Es6.367**))
<Anterior: 6. 366><Siguiente: 6. 368>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com