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((**Es6.339**) en privado a cada uno, exhortándoles a cumplirlos y amonestándoles si luego faltaban a ellos. íCómo se interesaba para poseer los corazones y llevarlos a ((**It6.445**)) Dios! A fines del 1861 manifestó a los muchachos el deseo de recibir sus papelitos, y todos los escribieron y entregaron. Unos días después, les hablaba así en su plática diaria: -He leído vuestros papelitos; he encontrado en ellos bonitas expresiones, promesas de oraciones y de buena conducta, pero no he visto en ninguno lo que yo tanto deseaba. Y, sin embargo, hay aquí en casa un muchacho, cuyo apellido debía haberos recordado mi deseo. >>No está aquí Do (doy), el sobrino del canónigo Marengo? Pues bien; yo esperaba de todos esta palabra: don Bosco, le doy la llave de mi corazón! Estaba don Bosco firmemente persuadido de que la confianza con el Superior era remedio eficaz contra las pasiones y antídoto contra muchos males morales, y que cada acto de confianza cierto equivalía a una gran victoria contra el demonio. Cierto joven excelente, nos refirió don Pablo Albera, había contraído una fuerte amistad con otro compañero y, aunque era muy honesta, estaba intranquilo. Sin embargo, no dijo nada de ello a don Bosco durante algunos meses. Finalmente, como la afición iba creciendo en él, empezó a sentir escrúpulos y confió a don Bosco el secreto de su corazón. Contestóle el Siervo de Dios: -Me había dado cuenta de ello y estaba yo algo preocupado por ti; mas ahora que te has abierto, ya no temo. Don Bosco se ganaba la confianza de la mayoría de sus muchachos, porque no manifestaba en modo alguno lo que le confiaban y porque toleraba siempre, por amor a Dios, con heroica paciencia e hilaridad los gritos, las molestias, la irreflexión, la variedad de temperamentos y demás defectos juveniles, físicos e intelectuales, hijos de una vulgar y hasta mala educación. Al hablar de estos papelitos, hemos de advertir también que don Bosco guardaba cuidadosamente los más importantes, como ((**It6.446**)) reclamo para el porvenir. íCuántas veces algún muchacho, olvidado ya de las promesas hechas al Señor e inclinándose al mal, veía que le ponían delante aquel papelito, que le reprochaba dulcemente su infidelidad! íCuántas otras hubo quien, ya en su casa, cuando menos lo esperaba, cuando ni siquiera pensaba en el Oratorio, engolfado en sus negocios, entregado a la disipación e incluso a una vida libre, recibió por correo aquel papelito tan elocuente, recuerdo de los años de gracia y estímulo para volver al buen camino! (**Es6.339**))
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