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((**Es6.338**) sus pensamientos y consolándole en diversas aflicciones. Aquel sacerdote quedó maravillado de que don Bosco hubiera elegido tan oportunamente el momento para escribirle y, cuando el siervo de Dios estuvo de vuelta, se extrañó al oírle decir: -Te vi en tu aposento tan afligido y melancólico que me resolví a enviarte aquella carta para consolarte. Don Domingo Bongiovanni daba testimonio por escrito de varios hechos semejantes con estas palabras: <>. Contestaba, además, muy pronto a las cartas que éstos le enviaban a cualquier lugar donde se ((**It6.444**)) encontrara, aunque no tuvieran ninguna importancia. Más aún, los animaba a escribirle y, cuando durante las vacaciones otoñales recibía las noticias de diversos alumnos contándole sus cosas, a uno recomendaba que estudiara un poco más, a otro que jugara y descansara por más tiempo, a aquél que fuera fiel a las normas que él le dio al despedirse. A los alumnos y clérigos de familias muy pobres les preguntaba si necesitaban algo y añadía que, tan pronto como llegase a casa, le escribieran en seguida con toda libertad. Pero las cartas de los muchachos sugirieron a don Bosco un nuevo medio para asegurar más y más su perseverancia en la virtud. De ellas nacieron los papelitos o cartitas, que en ocasiones especiales les pedía como un padre que, para norma propia y ventaja de ellos, deseaba su confianza. Alguno de los que condescendían con el deseo del Padre expresaba en estos papelitos su propósito de practicar una virtud especial que le parecía más necesaria; o de corregir un defecto o vicio en el que más frecuentemente incurría. No había obligación alguna de escribir tales papelitos, sólo se aconsejaba y no se molestaba de ningún modo a quien era de distinto parecer; había plena, absoluta libertad. Pero don Bosco prometía guardar secreto y bastantes muchachos escribían con toda sinceridad sus propósitos. Como ello exigía un acto firme de voluntad y de madura reflexión sobre lo que prometían, un repasar, aun cuando no fuera más que con una sola mirada, su vida pasada y su estado presente, servían estos papelitos de estímulo para una reforma espiritual. Cerraditos, se ponían en manos del mismo don Bosco, el cual los leía y después los recordaba oportunamente (**Es6.338**))
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