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((**Es6.302**) y en voz baja le preguntaran si había entendido lo que estaba estudiando, si encontraba dificultad en las tareas; y le dijeran: -Quieres que te ayude? De este modo algunos, que al principio parecían incapacitados para los estudios, alcanzaron excelentes resultados. Así que eran pocos los estudiantes que merecían reproche. Nadie podrá jamás imaginar el afán por el estudio de aquellos tiempos. Cuando estaban los chicos en el comedor tenían a su lado el libro abierto; acortaban el recreo y se retiraban a un rincón del patio para repasar la lección; de noche buscaban un sitio próximo a la luz para poder dedicar al estudio el mayor tiempo posible. Eran necesarios avisos continuos para impedir abusos que podían perjudicar a su salud. ((**It6.397**)) Don Bosco se servía, con provecho moral para la casa, de los registros de notas de conducta y de los informes de los asistentes, para descubrir de manera sorprendente a los que sabían ocultar su malicia a los ojos de los Superiores. Además del registro oficial de conducta, tenía él otro registro particular de todos los jóvenes, y siempre que oía un informe poco honroso, una falta ligera, pero de las que ponen en guardia a un hombre prudente ante la seria sospecha sobre la conducta de un alumno, colocaba al lado del nombre de éste una de sus señales convencionales, que sólo él entendía y que especificaba la cualidad del mal de que se le acusaba. A veces había un nombre que en un solo mes llegaba a tener diez o quince señales, que a lo mejor indicaban todas lo mismo. Don Bosco repasaba atentamente de vez en cuando este registro. De cien alumnos, había noventa que no tenían señal alguna, pero diez o doce llevaban su nombre señalado varias veces. Entonces dedicaba todos sus cuidados a estos últimos, indagaba minuciosamente su conducta, los ponía bajo una vigilancia especial, observaba quiénes eran sus compañeros más frecuentes, hacía que alguien les preguntara y él mismo los interrogaba, y muy difícilmente podía el demonio mantener ocultas sus asechanzas y sus amistades. Don Bosco recomendaba a menudo este sistema a sus directores y les aseguraba que lo había encontrado muy ventajoso y casi infalible en sus dictámenes. Con su registro en la mano, al llegar el mes de junio, al fin de curso, tomaba las medidas oportunas para proteger la moralidad al año siguiente. Escribía una nota con los nombres de los que no habían de volver más, se la entregaba al Prefecto, y le encargaba de que se quedaran en sus casas para el año próximo. Guardamos todavía la lista de los que debían ser expulsados, fechada al 15 de mayo de 3(**Es6.302**))
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