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((**Es6.30**) Y entonces la voz vibrante de un soprano, acompañada por los coros, elevaba a Dios una plegaria, pidiendo que todos los hombres venerasen a su Vicario y le obedecieran; que se formase en la tierra un solo rebaño bajo un solo pastor y que todos los muchachos del Oratorio pudieran un día hacer corona a Pío IX en el cielo. Terminados los cantos, todos los muchachos, a una señal de don Bosco, ocuparon su puesto para la abundante merienda. Cada uno manifestaba su gratitud al Papa como mejor sabía. Sucedíanse sin cesar alegres brindis, gritos, vítores y aplausos. Terminada la merienda, cantaron los coros un himno a Pío IX: De la vida en los vaivenes, en los trances del dolor el recuerdo de los bienes que hoy llenan el corazón, volverá con dulce imagen a llenar el pensamiento. Volverá a llenar nuestra alma de pobres y abandonados que recogió en su casa aquel hombre, que apoyado ((**It6.24**)) por el Papa Pío nono nos puso en el buen sendero. Juntos con su bendición alcemos la vista al cielo que es nuestro, lo dijo Dios: Es para el pobre el consuelo, es la patria de quien vive en fraterna caridad. Estuvo presente un redactor del periódico Armonía, y publicó una relación del acto, que terminaba con estas palabras: Resulta difícil expresar con palabras la dulce emoción que despertaba en el corazón la vista de tantos jóvenes, que, con cantos y música, lo mismo en el templo que fuera de él, en prosa y en verso, exteriorizaban esa viva y reposada alegría, que sólo puede brotar de una conciencia, que puede decirse a sí misma: Estoy en paz con Dios. Por doquier resonaban los aplausos y vítores de íViva el Papa! íViva su gran bondad! Pero una gran sorpresa nos esperaba al caer de la tarde, cuando ya estaba para dispersarse la reunión y encaminarse cada cual a su casa. Movidos por un incontenible entusiasmo, se juntaron en derredor de su Director y exclamaron a una voz: gracias Santo Padre, gracias; que Dios os lo pague. Quién podrá ir a darle las gracias dignamente por nosotros? Señor Director, comunique al Santo Padre nuestro reconocimiento, que lo amamos con toda la efusión de nuestro corazón, que veneramos en su persona al Vicario de Jesucristo y que todos nosotros deseamos y queremos vivir y morir en la religión, que tiene a Dios por cabeza invisible y tiene un tan tierno y buen Padre, al gran Pío IX, como Vicario en la tierra.(**Es6.30**))
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