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((**Es6.296**) La confesión era también preparación a la comunión, y ésta, muy frecuente, es un medio absolutamente necesario para conservar la moralidad en un centro de educación. Merced a sus continuas exhortaciones había un crecido número de muchachos que la recibían diariamente; otros, más numerosos, varias veces a la semana; casi todos, al menos los domingos, y los más negligentes cada quince días o una vez al mes. Don Bosco se cuidaba de proporcionar ocasiones frecuentes y periódicas que excitaran los corazones a acercarse a la sagrada mesa con la debida preparación. Mencionamos algunas de éstas, ambientadas con sentidos actos de piedad. El ejercicio de la buena muerte en el primer jueves de cada mes, casi siempre precedido con el anuncio dado por don Bosco de que alguno de los muchachos iba a ser llamado a la eternidad. Precisaba el tiempo, a veces las circunstancias, que acompañarían aquella muerte y en otras ocasiones la inicial del apellido del que iba a morir. El mismo don Bosco leía de rodillas al pie del altar las oraciones de esta conmovedora práctica de piedad. Se celebraban devotamente todas las novenas solemnes de la Virgen. Don Bosco instaba vivamente a que se hicieran bien la de la Inmaculada y la de Navidad, diciendo: -No olvidéis que de estas novenas bien celebradas depende en su mayor parte el éxito de todo el año. La visita al Santísimo Sacramento era libre, sin obligación de ninguna clase, ni molestas presiones. Y era tal el continente de los chicos en la iglesia, que bastaba verlos para encender la piedad en los corazones más fríos. El artista que esculpió la estatua de san Luis colocada en un altar del Oratorio festivo de san Francisco de Sales, reprodujo ((**It6.389**)) en el rostro del santo la fisonomía de uno de aquellos buenos chicos. Las diversas Compañías eran verdaderos hogares de caridad y jardines de virtudes. Seleccionaba los libros de lectura para el comedor y el dormitorio. Quería don Bosco que estos últimos trataran de la vida ejemplar de algún jovencito, apta para ser imitada. Hacía el Vía Crucis con toda solemnidad todos los viernes de marzo. Predicaba un triduo al principio del año escolar, otro como preparación a la Pascua de Resurrección y cinco días de ejercicios espirituales cada año. Pero, además de los sacramentos y de las prácticas de piedad, tenía él, para mantener el bien e impedir el mal, otros medios, que (**Es6.296**))
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