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((**Es6.280**) tribuna y según su costumbre, comenzó a repartir aquella noche, y siguió durante los días siguientes, el aguinaldo de Navidad para cada alumno en particular. Consistía éste en un consejo, expresado con breves y lapidarias palabras, para ser ((**It6.365**)) entendidas según la necesidad o utilidad del destinatario. Este consejo era siempre tan apropiado que quedaba grabado en la mente y en el corazón del que lo recibía. Resultaba algo maravilloso, pues eran casi trescientos los que recibían el aguinaldo. Al mismo tiempo, cada uno de los muchachos daba a don Bosco su aguinaldo, consistente en una cartita en la que exponía una necesidad, un secreto confidencial, pedía un consejo, daba una explicación, avisaba de algún inconveniente acaecido, y había quien se atrevía a sugerir un respetuoso aviso. Otros simplemente prometían mejorar su conducta, ser más aplicados, más activos y diligentes en el trabajo, o aseguraban que rezarían por su superior. El clérigo Juan Bonetti anotó en sus Memorias de aquel año: <>. (**Es6.280**))
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