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((**Es6.219**) de Villa San Secondo. El cura párroco de Corsione, don Juan Bautista Roggero, sabedor de que iba a quedarse todavía en casa del teólogo Barbero, suplicóle que volviese por segunda vez a su parroquia con todos los chicos. Quería que pasara un día entero con él. Había hecho abundante provisión de todo lo necesario para agasajar a los deseados huéspedes; y don Bosco tuvo que ceder a sus instancias. El jueves, después de cantar una misa en sufragio de los difuntos del pueblo y tras un opíparo banquete al que asistieron los párrocos de los pueblos circunvecinos, al son de la banda y cercados de la gente que aplaudía, acompañados por el párroco durante un buen trecho de camino, los alumnos del Oratorio dejaban Villa San Secondo y se encaminaban de vuelta a I Becchi. A las cuatro de la tarde llegaban a Piea, antiquísimo castillo, con amplios salones, restaurados en 1600, donde el caballero Gonella, pariente del bienhechor de Chieri, les ofrecía en su casa solariega una buena merienda y después, con el párroco don Bartolomé Varino, que deseaba entretenerse un rato con don Bosco, reanudaban la marcha. Les sorprendió la noche muy lejos todavía de I Becchi. Resplandecía la luna llena y caminaban por los senderos de las viñas, por medio de los bosques, después de haber ((**It6.281**)) cantado y dado una serenata musical a las aves del campo. Todos avanzaban alegre y lentamente hacia casa. Santiago Costamagna llevaba a cuestas el bombo y don Bosco iba tocando en él con el puño en lugar de hacerlo con la maza. Evidentemente no lo hacía por diversión, pues debía causarle vivo dolor. >>Quería, quizás, advertir a los muchachos con los golpes que iban oyendo que siguieran sin perderse por los senderos que subían, bajaban y se cruzaban, o pretendía, tal vez, que aquel sonido fuera como un toque de atención en el oído de alguno? Llegaron a I Becchi avanzada la noche. Pasaron lista y resultó que faltaba uno. Un tal Lorenzo Boccallo, que quiso adelantarse a los otros, se extravió y no se dio cuenta de su error hasta después de un largo trecho. Intentó orientarse, pero no lo consiguió. Todo estaba desierto a su alrededor. Anduvo vagando por valles y colinas hasta las dos de la mañana, en que oyó unas voces. Era gente que cocía el pan. Se acercó a ellos. Cuando éstos vieron a aquel muchacho con su hato a la bandolera, lo tomaron por un salteador de caminos y arremetieron contra él con la pala y el hierro de las brasas. El muchacho despavorido temblaba; los campesinos le dieron el alto y le preguntaron en dialecto: (**Es6.219**))
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