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((**Es6.213**) sentimientos de duda y de extrañeza. Los compañeros, que se habían acurrucado en la habitación, no pudieron ya aguantar la risa y, al oír Gastini sus carcajadas mal reprimidas, se dio cuenta de la burla y comenzó a vocear. Por un buen rato se paseó a la luna de Valencia. A la mañana siguiente reanudaba Tomatis sus bromas buscando las piernas que decía haber perdido en la excursión del día anterior. Y pensaba en las sorpresas serias o jocosas que daba al amo de la casa, que de momento causaban asombro, pero después un regocijo que no tenía fin. Don Bosco celebraba aquellas humoradas, porque distraían a los muchachos de todo pensamiento inoportuno. La alegría no apartaba a los chicos de las prácticas de piedad. El día siguiente a su llegada era para aquellos pueblos ((**It6.273**)) una de las más hermosas solemnidades: un buen número de vecinos confesaba y comulgaba, ya que don Bosco se estaba largas horas oyendo confesiones; se cantaba la misa con acompañamiento de música instrumental, tomando parte en ella el pueblo. Después de la comida iba la banda a tocar ante la casa del Alcalde y de los señores principales. Por la tarde volvía a predicar don Bosco y, después del canto de las letanías con acompañamiento de la música, se daba la bendición con su Divina Majestad. Terminadas las sagradas funciones, los muchachos divertían al pueblo con cantos y piezas de música y la representación de alguna comedia moral, en un lugar donde pudieran asistir cuantos quisieren. Los dramas, los cantos, la declamación de poesías en dialecto piamontés eran un espectáculo digno de una ciudad, por la calidad artística de los actores Bongiovanni, Gastini, Tomatis y otros. Las personas cultas quedaban más que satisfechas, mas para dejar embelesadas a las gentes sencillas del pueblo se requería la actuación de Tomatis. Tenía éste todo un repertorio suyo particular de parodias, muecas, gestos, posturas, saltos y chistes de una gracia incomparable. Por ejemplo, declamaba un día y llevaba a la cabeza un sombrero de copa muy alto. Sacudió la cabeza y se lo metió hasta el cuello, hacía inútiles esfuerzos por sacárselo y entre las carcajadas estrepitosas de los espectadores no podía o, mejor dicho, fingía no poder salir del apuro. Corrió entonces Gastini para ayudarlo y fue aquello una farsa completa. Alguien dirá: ípayasadas!. Es verdad; pero aquellas representaciones dejaron siempre en todas partes un agradable recuerdo. Cuando llegaba la hora de salir para otra aldea, todos los muchachos se juntaban para despedirse de su huésped. Uno de ellos leía un simpático saludo con algunas frases de ocasión compuestas por don (**Es6.213**))
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