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((**Es6.210**) de un modo especial proporcionándoles un apreciado y saludable solaz. Aquellas excursiones satisfacían además el frenesí que por entonces dominaba a la mayoría de los muchachos sujetos a novedades, agitación, tambores y armas que daban pábulo a la fantasía llenándola primero de deseos y esperanzas, y después de recuerdos y relatos. Esta diversión exigía a don Bosco un gran espíritu de sacrificio, por tanto como había de preparar y por la continua vigilancia que debía prestar. Era excesivamente larga a veces la caminata y los chicos habían agotado las provisiones; otras los sorprendía el mal tiempo, y gracias a que la providencia acudía en su ayuda a través de almas generosas, sobre todo párrocos o capellanes, que salían a su encuentro y los invitaban a descansar en su casa. Eran unas marchas románticas: aquí un grupo cantaba a coro una canción, allá se oía una trompeta que daba las órdenes de las evoluciones o tocaba la diana. Más allá sonaban cuatro o cinco trompetas marcando el paso acelerado de los <>. ((**It6.269**)) El tambor redoblaba sin parar y a veces, por algún fuerte golpe de bombo, retozaba la becerra o la oveja que pacía en la pradera. En retaguardia iban los portadores de todo lo necesario para montar la escena en el teatro preparado por la gente del pueblo. De ordinario don Bosco iba el último acompañado por alumnos y clérigos. De cada uno de los pueblos adonde se encaminaban, había estudiado previamente los orígenes, los avatares políticos, los príncipes que los habían gobernado, los personajes que los habían hecho famosos, los sucesos venturosos, las desdichas, los monumentos, las obras de arte o las maravillas de la naturaleza, si las había, aprovechándose de la enciclopedia de Casalis, de las memorias monográficas de aquel lugar y también de la historia eclesiástica. Y después, sobre la marcha o en las paradas, instruía y deleitaba a los alumnos contándoles lo aprendido en los libros. Los muchachos no se cansaban de oírle y las personas instruidas de aquellos lugares se maravillaban de que don Bosco hablase de cosas de su tierra, que ellos mismos ignoraban por completo. Cuando don Bosco no podía tener a su alrededor a los muchachos, sustituíale Carlos Tomatis, protagonista de todas las farsas teatrales, alma de la compañía, héroe de todas las aventuras, capaz de mantenerlos alegres con sus inagotables bromas y ocurrencias doquiera se encontrasen. Don Bosco, que no podía tolerar caras mustias y tristes, el aislamiento o las conversaciones en voz baja y casi (**Es6.210**))
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