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((**Es6.199**) y atuendo manifestaban ser de condición acomodada, les pidiera limosna y le preguntaron quién era y de dónde venía. Francisco supo inventar una historieta que conmovió a aquellos corazones sencillos. Les dijo que era huérfano de padre y madre, los cuales, por quiebra en los negocios, lo habían dejado en extrema miseria y que por eso, por vergüenza de pedir limosna en una ciudad donde era conocido, había resuelto marchar a pueblos lejanos. Recibió entonces su porción de gachas, y uno de los labriegos le dijo: -Y cómo te las vas a arreglar para vivir en adelante? Tendrás que ponerte a trabajar. -Si me aceptáis con vosotros, aquí me tenéis, respondió Francisco. -Tú, tan fino, manejando pala y azadón? Y soltaron todos una carcajada. -Por qué no? -replicó Francisco-íprobadme! -Bueno, toma este trillo... y íadelante! Se quitó Francisco la chaqueta y empezó a trillar. Aunque no estaba acostumbrado a trabajos manuales, lo hacía con tanto ahínco que aquellos buenos campesinos, compadecidos, le dijeron: -Bien, quédate con nosotros; pan y polenta no te faltarán. En el pajar tienes tu sitio para dormir conforme? Allí se quedó Francisco dos semanas, cumpliendo cuanto le mandaban, pero importunando a sus amos para que lo pusieran a servir en otro cortijo más distante de Turín. Y aquella buena familia lo envió a casa de unos parientes suyos, que vivían en Sciolse. Allí se sometió Francisco a toda suerte de trabajos y humillaciones, con inquebrantable energía de voluntad. Una loca vergüenza y un temor absurdo le impedían volver a la casa paterna. ((**It6.254**)) Entretanto su padre, antiguo magistrado, hacía pesquisas para encontrarle con ansia desgarradora, mas no lograba dar con él. Fue a ver a don Bosco en busca de consuelo y éste, aunque sorprendido por la extraña noticia, le aseguró que la Santísima Virgen protegería a su hijo y lo devolvería al hogar; al mismo tiempo le prometió que en el Oratorio se rezaría por él. Pasaron dos años sin tener la menor noticia de Francisco, cuando he aquí que don Bosco tuvo que ir a Sciolse a pasar unos días en el castillo del conde de Roasenda para predicar en la parroquia de aquel lugar. Quiso el conde llevarlo en coche para visitar una gran hacienda de su propiedad cultivada con mucho esmero. Después de examinarlo todo minuciosamente, se sentaron a descansar en un lugar delicioso, desde donde se disfrutaba un hermoso panorama. Mientras (**Es6.199**))
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