Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es6.18**) Don Bosco prefería a los más necesitados y humildes, entre los cuales poseía verdaderos tesoros de virtud. Baste un solo ejemplo. Miguel Magone que, durante las primeras semanas de su estancia en el Oratorio, parecía un potro salvaje, se volvió tan paciente con la frecuencia de los sacramentos que, cuando iba a confesarse con don Bosco, se preparaba estando recogido e inmóvil, de rodillas sobre el desnudo pavimento, a veces hasta cuatro y cinco horas, dejando que otros pasasen antes que él. Después de la confesión, comunión y funciones sagradas, se quedaba ante el altar del Santísimo Sacramento o el de la Santísima Virgen, alargando sus oraciones. A veces los compañeros, que salían en bandadas de la iglesia, lo empujaban, tropezaban con sus pies, e incluso lo pisaban, pero él parecía insensible y ((**It6.6**)) seguía rezando tranquilamente sus oraciones. Pero, en el recreo, corrían sus pies por todos los rincones del amplio patio, y no había juego en el que no se llevara la palma; sin embargo, al primer toque de campana acudía al lugar de la llamada. En aquel primer año fue tan grande su aplicación que pasó los primeros cursos de latín, aprobó los exámenes y fue admitido para el tercero. La razón de su progreso era su ardiente devoción a la Virgen. Habiéndole preguntado cómo lograba vencer ciertas dificultades de las tareas escolares, respondió: -Recurro a mi divina Maestra que me lo dice todo, y pone en mi mente muchas cosas que, por mis propias fuerzas, no las hubiera sabido. Había escrito en una estampa de la Virgen, que guardaba dentro de un libro y sacaba al ponerse a estudiar: -Virgo parens, studiis semper adesto meis (Virgen madre, asísteme siempre en mis estudios). Y en todos sus cuadernos, apuntes, libros, e incluso sobre el pupitre escribía a pluma o a lápiz: Sedes sapientiae, ora pro me (Asiento de la Sabiduría, ruega por mí). Para su gloria y la de su divino Hijo había aprendido música y, con su voz argentina y agradable, cantaba en las funciones solemnes de iglesia. Mientras don Bosco estuvo en Roma, hizo los ejercicios espirituales, predicados por Pascua a los externos del Oratorio, y terminó con una confesión general; luego escribió a don Bosco una cartita, diciéndole que la Virgen le había hecho oír su voz, que lo invitaba a hacerse bueno y que Ella misma quería enseñarle la manera de temer a Dios, amarle y servirle. Cuando don Bosco volvió a Turín, pidióle permiso para hacer voto de no perder jamás un momento de tiempo; pero no se lo permitió (**Es6.18**))
<Anterior: 6. 17><Siguiente: 6. 19>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com