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((**Es6.150**) algunos se parecen a aquellos judíos que, después de tapar los ojos a Jesús, íse arrodillaban ante El por burla! Queridos míos, al entrar en la iglesia poned vuestros ojos en el Sagrario donde está Jesucristo. Aunque no lo veis íallí está El! Avivad vuestra fe; pensad que allí habita Aquel, ante el cual tiemblan las legiones de los ángeles y todas las muchedumbres de los santos están con la frente pegada al suelo. Vuelvo a preguntar: qué hace nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento del altar? Ruega continuamente al eterno Padre por nosotros: detiene los castigos, los rayos que nos lanzaría por nuestros pecados. Si ya no se ven ni se padecen en el mundo los terribles castigos que caían sobre el pueblo hebreo en tiempos de la antigua ley, no es porque nuestros pecados no sean tan grandes o porque sea menor su número. También vosotros sabéis cuántos hombres impíos viven entre nosotros quién detiene el brazo de la justicia eterna cada día, a cada momento, sin descanso? Es Jesús desde nuestros altares quien, especialmente en la santa misa, se ofrece como víctima por nosotros. A la vista de sus llagas el ángel exterminador envaina la espada... SEGUNDA CONFERENCIA Oísteis en la última conferencia lo que hace Jesús por nosotros en el Santísimo Sacramento: queda ahora por examinar lo que debemos hacer nosotros por El. El, que está en nuestros altares en continua humillación, se inmola, ruega por nosotros; y nosotros debemos: 1, demostrar agradecimiento por su humillación, con nuestra verdadera fe; 2, agradecimiento por sus padecimientos, con nuestro encendido amor; 3, agradecimiento por las oraciones que ofrece continuamente por nosotros, con actos de perfecta contrición. 1. El, que es un Dios tan grande, está escondido, aniquilándose bajo las especies de un poquito de pan y un poquito de vino. Esta humillación debería estimular a los hombres a creerlo más firmemente Dios de amor, que sólo por amor, y amor a quien tan poco lo ama, tanto se humilla. Y sin embargo, ícuántos herejes hay que precisamente por no ver ninguna apariencia divina, se atreven a negar la presencia real de Jesús en el Sacramento!... ((**It6.188**)) Quisieran ver con sus propios ojos el divino rostro de Jesucristo, quisieran oír las angélicas armonías de todos los espíritus bienaventurados que le hacen corona de continuo. Pero sepan estos herejes que quien no cree en la palabra de Jesucristo, no verá nunca su rostro, y será condenado. Desagradecidos, ingratos, de dura cerviz, de la misma raza que aquellos pérfidos hebreos que, no pudiendo negar los milagros que Jesús realizaba ante sus ojos, decían que los obraba con el poder del demonio. Así os pagan los hombres, oh divino Salvador, vuestra humillación? Jesús mío, es verdad que hay algunos tan ingratos que no os reconocen, pero en medio de tanta ingratitud hay muchísimas almas, están todos estos jovencitos que creen, con toda la fuerza de su corazón, que estás vivo y realmente presente en el Santísimo Sacramento. Sí, creen que tú eres hijo del Eterno Padre, del Dios vivo, dueño absoluto de toda la creación; te creen verdadero hijo de María, de quien naciste para librarnos de las garras del infernal enemigo... 2. íOh tiempos felices los de la Iglesia primitiva, en la que los fervientes campeones de Cristo tanto se distinguían por su caridad, qué de menos os echamos en nuestros días! Por la historia puede saberse cuán grande era el amor de los primeros cristianos a Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Ni por un instante olvidaban el (**Es6.150**))
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