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((**Es6.143**) Me recibió bondadosamente, me pidió noticias del Oratorio y, después de entretenerme con otros temas, me entregó un sobre que contenía el dinero que necesitaba. Y de este modo hemos podido saldar en el día la deuda con el panadero. Otra noche contaba don Bosco a los alumnos que habían rezado por él: <<-Me había encaminado para buscar fortuna. Yo sabía que en la parroquia de los Mártires vivía una señora acaudalada y sin familia, que no quería saber nada de obras de beneficencia. Como me hallaba en grandes apuros fui a preguntar a don Bruno, el párroco, si no llevaría a mal que me presentase en casa de aquella feligresa suya para pedirle algún socorro. El párroco me dijo; -Vaya, vaya; será usted muy afortunado si logra sacarle algo. Yo lo he intentado varias veces para las necesidades de la parroquia y nunca he obtenido ni un céntimo. A pesar de todo quise intentarlo. Fui y la señora, compadecida de mí y de vosotros, me dio diez mil liras. Al encontrarme ((**It6.179**)) después con el párroco y contarle lo que había obtenido, se quedó como quien ve visiones>>. Hacia el año 1862 tenía don Bosco que pagar varias facturas al empresario de las obras y a los proveedores de madera, hierros, pieles, telas y demás materiales para los talleres. En tan apurado trance, mientras los muchachos estaban en clase, lleno de confianza en la divina Providencia, rogó al jefe de cocina Gaia y a otras piadosas personas de la Casa que fueran a la iglesia y rezaran el santo Rosario. Y salió de casa en busca de socorros. Pero a los pocos pasos del Oratorio encontró en la avenida que corre a lo largo del manicomio a una persona desconocida que le entregó un envoltorio sellado y le dijo: -íPara sus obras! Y sin añadir palabra, se marchó. Don Bosco abrió el paquete y se encontró siete mil liras. Dando gracias a la amabilísima Providencia de Dios, lleno de alegría, se volvió a casa. Pero, si cien veces iba en busca de la divina Providencia, las cien salía a su encuentro como una madre amorosa con su socorro. El año 1861 el panadero Magra, a quien don Bosco debía doce mil liras por el pan servido se negó a enviarle más. También esa vez mandó don Bosco a decirle, como solía hacer siempre con sus acreedores, que no dudara, pues la divina Providencia no había quebrado nunca, que siguiera enviando el pan a sus muchachos, y que ya pensaría el Señor en mandarle el dinero. (**Es6.143**))
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