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((**Es6.121**) contar a su madre lo que le había sucedido, le advirtió su madre que no volviera más. Y el pobre Savio se deshizo en llanto ícuando supo que había hecho mal! Pero, invitado por segunda vez, se negó resueltamente. Yo quise mencionar y publicar sólo la segunda invitación, porque está en el Oratorio el compañero que le había llevado una vez e intentó llevarlo otra. Esperaba así haber salvado a ése de la ((**It6.149**)) vergüenza; creía yo que este individuo reconocería su yerro y agradecería mi silencio; quiso, en cambio, pillarme en contradicción, darme un mentís y causar al compañero una afrenta que no merecía. Sabed, pues, que por ahorrar un mal papel al compañero viviente y tapar lo que debía ser para éste motivo de eterno remordimiento, es decir, el peligro a que se había expuesto de traicionar a un amigo, relaté sólo el segundo hecho. El ha querido descubrirse a sí mismo. Si tiene motivo para ruborizarse, solamente suya es la culpa. Después de haber traicionado a su compañero en vida, quiso hacer lo mismo después de muerto. Entonces se puso en el peligro de arrebatarle la inocencia, ahora el honor. El joven aludido estaba presente. Su confusión era extrema, pues todos los compañeros tenían los ojos clavados en él. Pocas veces habló don Bosco de esta forma, pero es indecible la impresión que causó en todos. Cuando hubo terminado, un cuchicheo general llenó el ambiente de aprobación y, desde aquel momento cesaron las habladurías. Pero don Bosco ordenó la reedición de la biografía, añadiendo el hecho omitido con los comentarios del caso. En el mes de febrero recibieron los suscriptores de las Lecturas Católicas la Vida del Sumo Pontífice San Urbano I, por el sacerdote Juan Bosco (H). En ella describe el martirio de santa Cecilia y de sus compañeros, y concluye demostrando contra los protestantes que la veneración de las reliquias de los santos y su invocación son aprobadas por la Sagrada Escritura y por los milagros obrados por Dios merced a ellas. Armonía, del veintiséis de febrero, anunciaba este nuevo número. Vemos con agrado que las Lecturas Católicas, publicadas por el sacerdote Juan Bosco, tan benemérito por su obra en favor de la juventud cristiana, siguen siempre prosperando con gran aplauso. Las ((**It6.150**)) Vidas de los Romanos Pontífices, que se alternan con otras obritas de gran utilidad, han llegado a la vida del Sumo Pontífice San Urbano I, que subió a la cátedra de san Pedro el año 226 de la era vulgar. No añadimos palabras de alabanza a esta excelente publicación popular, cuyos méritos todos conocen. (**Es6.121**))
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