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((**Es6.114**) lombardos, que fueron enviados a Cúneo, donde se organizaba una división militar, destinada a ser ((**It6.140**)) mandada por el general Garibaldi. Otros reclutadores se movían entre la juventud piamontesa, que todavía no estaba en edad militar, halagándola con la esperanza de un fácil ascenso a los altos grados militares y la obtención de honores y gloria. Precisamente por este motivo corrió don Bosco un grave riesgo durante aquellos alborotados días. Había entrado en el Oratorio un mocetón con desparpajo y buena presencia, so pretexto de ver a cierto alumno de su pueblo. Se presentaba como comisario de reclutamiento y logró hablar a escondidas largo rato con algunos jóvenes, animándolos a alistarse como voluntarios en el ejército. Ya habían dado algunos su consentimiento, cuando don Bosco se enteró. Con su acostumbrada serenidad pensó bien primeramente qué convenía hacer, y después, para conjurar el peligro, lo mismo para él y para la casa que para los muchachos, actuó de la siguiente manera. Llamó a su habitación a aquel comisario, el cual, al darse cuenta de que don Bosco estaba al tanto de todo, aprovechando su facilidad de palabra, se introdujo con desenvoltura. Habló del amor a la patria, de la guerra, de la necesidad de que se alistaran muchos mozos resueltos y valientes; afirmó que en el Oratorio había muchos, capaces y deseosos de ello; que ya tenía cinco inscritos; que se lo decía sin ambages, pues sabía cuánto amaba don Bosco a la patria; e iba espetando sin parar razones y palabras campanudas. Don Bosco le dejó hablar como una media hora, para enterarse bien de todo. El comisario, dejándose llevar por su tema, llegó al extremo de proponer: -No es mi intención obligar a ninguno, pero si don Bosco me lo permite, yo hablaría de ello en público a todos los alumnos reunidos, únicamente para dar oportunidad a los que deseen formar parte del ejército. Al llegar a este punto le interrumpió don Bosco diciendo: -Yo amo a la patria de verdad y no quiero oponerme a nada que pueda serle útil, mas aquí, para estos jóvenes hay una sola ((**It6.141**)) dificultad, y es que no soy su dueño sino únicamente su educador. Tienen sus padres o sus tutores. Ellos me los entregaron y es preciso que yo se los devuelva: Pero el asunto tiene perfecto arreglo: yo devuelvo a sus propios padres a los jóvenes reclutas de que me habló y, desde sus casas, podrán ponerse en relación con usted, y hasta partir para la guerra, si así lo desean sus padres. -No diga eso, don Bosco; sus padres y sus madres no querrán o (**Es6.114**))
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