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((**Es6.113**) -Diga al conde Miguel de Castellamonte que pase por aquí un momento. Acudió éste y respondió que las listas de las Curias habían llegado y que la de Turín estaba al completo. Reflexionó un instante el Ministro y después dijo a don Bosco: -Le han dicho que sus clérigos no pueden ser dispensados del servicio militar. Pero me parece que su exención es la cosa más fácil de este mundo sin violar la ley. Siga mi consejo. Persuada a la Curia para que examine la lista presentada al Gobierno y quite de ella a los que quedarían exentos por otros motivos que no sean ((**It6.139**)) el del estado clerical; es decir por razón de familia, de salud o de algún defecto físico y ya verá cómo también habrá puesto para sus recomendados. Marchó don Bosco rápidamente a la Curia con este fin; pero el Canciller rehusó escribir a las familias de los seminaristas presentados, pretextando que se lo impedían otros trabajos urgentes. Entonces don Bosco se ofreció a tomar sobre sí esta incumbencia. El Canciller le entregó la lista, y en seguida escribió él veintiuna cartas, correspondientes a otros tantos clérigos, y tuvo la suerte de encontrar que dos de ellos estaban también exentos por ser hijos únicos de madre viuda. Volvió entonces don Bosco al ministro De Foresta y éste extendió oficialmente los documentos necesarios para que Cagliero y Francesia sustituyeran a los exentos por ley. Este asunto le costó al buen padre tres días de trabajo, con gran pena de su corazón, porque, de los clérigos que tenía en el Oratorio, eran Cagliero y Francesia aquéllos en quienes más podía confiar. Entretanto el clérigo Cagliero, que había visto aquellos días desde el mirador, millares de reclutas que partían para los campamentos, como tuvo que ir a legalizar y retirar algunos documentos necesarios, dijo al Oficial de la Curia: -Estoy muy satisfecho, porque así todo lo debo únicamente a don Bosco. Cagliero sintió siempre cualquier repulsa y humillación que tuviera que sufrir don Bosco. Pero éste, si le veía a veces triste y malhumorado por tal motivo, le sonreía y alegraba con una de sus bromas. -íGolosón, que no sabes vivir sin dulces! Hay que acostumbrarse a trabajar en medio de contrariedades que robustecen el pecho. Por aquellos mismos días se enviaban emisarios por los diversos estados de Italia para animar a los jóvenes a ir al Piamonte y alistarse en el ejército como voluntarios. Hubo millares, en su mayoría (**Es6.113**))
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