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((**Es5.87**) anunció que iría don Bosco a confesarle, darle el viático y la extremaunción. No tardó don Bosco en presentarse en el aposento de Cagliero con la intención de prepararle para el gran paso, mas he aquí que, al cruzar el umbral, apareció ante sus ojos un maravilloso espectáculo. Vió una hermosísima paloma, que, como un punto luminoso, despedía en derredor rayos de vivísima luz, que iluminaba toda la habitación. Llevaba en el pico un ramo de olivo y revoloteaba girando una y otra vez en derredor. De pronto detuvo el vuelo sobre el lecho del jovencito enfermo y tocó sus labios con el ramito de olivo, que luego dejó caer sobre su cabeza. Con destellos de luz aún más viva desapareció. Intuyó don Bosco que Cagliero no moriría, sino que le quedaban todavía muchas cosas por hacer para la gloria de Dios; que anunciaría la paz con su palabra simbolizada por el ramo de olivo; que el resplandor de la paloma significaba la ((**It5.106**)) plenitud de la gracia del Espíritu Santo que recibiría algún día. Desde entonces tuvo don Bosco una idea confusa pero firme, que le duró siempre, de que el joven Cagliero llegaría a ser obispo. Y, sin más, tuvo por cumplida la profecía, cuando Cagliero partió para América. A la primera, sucedió una segunda visión. Al llegar don Bosco al centro de la habitación, desaparecieron como por encanto las paredes, vio alrededor de la cama del enfermo una multitud de caras extrañas de salvajes, que fijaban su mirada en el rostro del enfermo y, temblando, parecían pedirle auxilio. Dos hombres, que se diferenciaban de los demás, uno de horrendo aspecto y negruzco y el otro cobrizo, muy alto y de aspecto guerrero, con cierto aire bondadoso, estaban inclinados sobre el joven moribundo. Don Bosco se dió cuenta más tarde de que aquellas eran las fisonomías de los salvajes de Patagonia y Tierra de Fuego. Las visiones duraron unos instantes; pero el enfermo y los presentes no se dieron cuenta de nada. Don Bosco, con su calma acostumbrada y su dulce sonrisa, se acercó despacito a la cama y Cagliero le preguntó: ->>Es ésta, quizá mi última confesión? Y don Bosco le respondió: ->>Por qué me lo preguntas? -Porque quiero saber si me voy a morir. Don Bosco se recogió un momento y después le dijo: -Dime, Juan, >>prefieres ir ahora al paraíso o curarte y esperar un poco? (**Es5.87**))
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