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((**Es5.83**) con dolores tan fuertes que se dejó caer por tierra como un muerto. Entonces, los dos piadosos portadores hicieron una especie de silla con sus brazos y lo llevaron así por un buen trecho. ->>Adónde me llevan?, preguntaba el infeliz. -Aquí cerca, a casa de un amigo mío, una casa de salud donde podrás curarte, le decía don Bosco. No decía al lazareto, porque sólo el nombre le habría asustado. Entre tanto, y mientras caminaban, se le cayó el melón que aún llevaba en las manos y quería que sus portadores se pararan a recogerlo: don Bosco le dio el gusto; pero Tomatis, que vio a su Superior demasiado cansado, se cargó al enfermo a las espaldas, ya que resultaba una carga ligera para él, que era muy fuerte. Don Bosco iba detrás, sosteniendo al pobrecito, para que no fuera tan incómodo. De ((**It5.100**)) tal guisa llegaron al lazareto, donde los enfermeros, al ver la gravedad del caso, prepararon enseguida un baño de agua caliente. Mientras tanto, don Bosco invitó al joven a confesarse, para prepararlo a morir, y el pobrecito se confesó como pudo, pero con verdaderas muestras de dolor. Inmediatamente después empezó a delirar, hablando de su melón y de ocho cuartos que llevaba escondidos en el bolsillo. Temía que cualquier ladrón se los robara. Preguntóle don Bosco si quería que él se los guardase, y el mozalbete se tranquilizó y le entregó su pequeño tesoro, diciéndole: -Guárdemelos, para cuando sane. Llegó el médico, lo metieron en el baño y le hicieron las friegas para que sudara. Todo fue inútil: al mediodía dejaba de existir. El cólera invasor exigía continuamente nuevos sacrificios de caridad espiritual y material, y don Bosco a duras penas podía atender a tantas necesidades. Sucedió más de una vez que los muchachos que se habían apuntado para enfermeros, estaban todos al mismo tiempo atendiendo a los coléricos y no quedaban en casa más que los más pequeños, los más débiles y también los más tímidos. Y sin embargo, don Bosco necesitaba algunos que le acompañaran o que fueran a donde habían llamado con urgencia. Una mañana tenía que ir al lazareto para administrar la extremaunción; pero convenía que alguien le sostuviera los vasos sagrados, mientras él administraba el sacramento. Ninguno de los muchachos que había en casa se atrevía a acompañarlo. Después de negarse algunos, invitó don Bosco a Juan Cagliero, que estaba jugando con los compañeros. ->>Quieres venir conmigo? -Vamos, respondió resueltamente Cagliero. Y se pusieron en marcha. Al llegar al lazareto, Cagliero ((**It5.101**))(**Es5.83**))
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