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((**Es5.82**) -Tome, tome; beba, le decía el muchacho acercándole la botellita. ->>Qué estás diciendo? >>Qué dices?... íFuera, fuera de aquí inmediatamente! -Tranquilícese, beba: verá cómo se alivia, repetía el joven enfermero. ->>Que no te vas?, gritó el enfermo. Y como acometido por un ataque de locura, saltó de la cama, corrió tambaleándose a agarrar la escopeta y apuntó hacia la puerta. -Tú verás, si no sales... Pero el muchacho había tomado la escalera más que a escape. Muchas veces ayudó don Bosco a transportar a los enfermos. El día 16 de agosto, por la mañana, fiesta de San Roque, copatrono de Turín, iba camino del Oratorio, cuando vio a un mozalbete sentado a la orilla de una acequia en el prado de los hermanos Filippi, el que fue lugar de reunión de sus primeros encuentros; estaba comiéndose vorazmente un gran melón. -Déjalo ya, díjole don Bosco; puede hacerte daño. -Es tan bueno que no me hará ningún daño, replicó el joven; soy yo quien se lo hace a él. Don Bosco le invitó de nuevo a dejarlo, pero sin éxito. Siguió el sendero y entró en casa. No estaba todavía en su habitación, cuando llegó una persona anunciando que un pobre obrero estaba tendido en el prado, víctima de dolores, y que pedía socorro... Corrió don Bosco al lugar y se encontró con el mozalbete que no había hecho caso de su consejo, gimiendo y retorciéndose con la mitad de su melón al lado. ((**It5.99**)) Unos curiosos miraban desde lejos con aire de miedo, mas no osaban aproximarse. Don Bosco se acercó, le animó y le dijo: ->>Qué te pasa? -No sé... siento frío... siento escalofríos en los muslos... Don Bosco tomó sus manos que estaban heladas, síntoma seguro del cólera asiático. Invitó al pobrecito a incorporarse y acompañarle; pero, a pesar de sus esfuerzos, dio unos pasos y volvió a sentarse diciendo: -Me fallan las piernas. Echó don Bosco un vistazo en derredor para llamar a alguien y vio pasar a Tomatis. Le hizo señas y, él de una parte y Tomatis por la otra, agarraron al enfermo por los sobacos, lo levantaron y se pusieron en camino. El desgraciado pudo todavía arrastrar los pies y caminar; pero, al llegar a cierto punto, le sorprendió un espasmo,(**Es5.82**))
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