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((**Es5.72**) que la Reina del Cielo, llamada por la Santa Iglesia Salud de los enfermos, Salus infirmorum? >>O no será más bien la mortífera peste un castigo de Dios, enojado por los pecados del mundo? En tal caso, necesitamos una elocuente abogada, una madre piadosa, que con valiosa plegaria y amable dulzura aplaque su enfado, desarme su mano y nos alcance misericordia y perdón. Y María es cabalmente esa abogada, esa Madre: Advocata nostra; Mater misericordiae; vita dulcedo et spes nostra. (Abogada nuestra; Madre de misericordia; vida, dulzura y esperanza nuestra). >>Ya el año 1835 visitó esta misma enfermedad la ciudad de Turín, pero la Virgen Santísima la echó fuera enseguida. Como recuerdo de esta gracia, la ciudad de Turín ((**It5.84**)) levantó la hermosa columna de granito que sostiene la estatua de mármol de la Virgen, que nosotros admiramos en la plazoleta del Santuario de Nuestra Señora de la Consolación. >>Quién sabe si la Santísima Virgen será quien nos libre de nuevo este año, alejando esta tremenda peste, o al menos no dejándola hacer estragos con tanta furia entre nosotros? >>Hoy es la fiesta de la Virgen de las Nieves y mañana comienza la novena de la fiesta más bonita que la Iglesia ha instituido en honor de María Santísima; la fiesta que nos recuerda su plácida y santa muerte, su triunfo, su gloria y su poder en el cielo. Os recomiendo que hagáis todos mañana una buena confesión y una santa comunión, para que pueda yo ofreceros a todos juntos a la Santísima Virgen, rogándole que os proteja y defienda como a hijos suyos queridísimos. >>Lo haréis así? >>-Sí, sí, corearon todos a una voz. >>Don Bosco se calló un momento y luego, tomando la palabra, siguió en un tono difícil de repetir. Dijo para concluir: >>La causa de la muerte es, sin lugar a duda, el pecado. Si todos vosotros os ponéis en gracia de Dios y no cometéis ningún pecado mortal, yo os aseguro que ninguno será atacado por el cólera; pero, si alguno se obstina en seguir siendo enemigo de Dios, o lo que es peor, le ofendiera gravemente, a partir de ese momento yo no podría garantizar lo mismo para él ni para ningún otro de la casa>>. Así se expresó don Bosco la tarde del 5 de agosto de 1854. La pluma es incapaz de reproducir el efecto que estas palabras memorandas produjeron en los muchachos. Unos, aquella misma tarde, otros, a la mañana siguiente, todos los jóvenes internos y algunos del Oratorio festivo fueron a confesarse y a comulgar. ((**It5.85**)) A partir de aquel día, la conducta moral y religiosa de los internos fue tan buena y ejemplar que no se podía esperar más. La(**Es5.72**))
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