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((**Es5.652**) cosa poco agradable, pues allí mandaban los sacerdotes. Por eso dijo: -Mire, Eminencia, es imposible educar bien a los jóvenes si éstos no tienen confianza con sus superiores. ->>Pero cómo, replicó el Cardenal, puede ganarse esa confianza? -Procurando que ellos se acerquen a nosotros, quitando todo lo que los aleje de nosotros. ->>Y cómo hacer para acercarlos a nosotros? -Acercándonos nosotros a ellos, procurando adaptarnos a sus gustos, haciéndonos semejantes a ellos. >>Quiere que hagamos una prueba? Dígame: >>en qué punto de Roma se podría encontrar un buen grupo de muchachos? -Pues bien, vamos a la plaza del Pópolo. El Cardenal dio orden al cochero y allá fueron. Bajó don Bosco de la carroza y el Cardenal se quedó observando. Vio don Bosco un grupo de muchachos que ((**It5.918**)) jugaban, se acercó a ellos, pero los chicos escaparon. Entonces él los llamó con muy buenos modos y los muchachos, después de algún titubeo, volvieron. Don Bosco les regaló unas chucherías, les preguntó por sus familias, y les dijo que a qué jugaban; les invitó a reanudar el juego, se quedó mirándolos y luego se metió a jugar con ellos. Entonces otros chicos, que observaban desde lejos, acudieron de los cuatro ángulos de la plaza en derredor del sacerdote que saludaba a todos cariñosamente y tenía una buena palabra y un regalito para cada uno: les preguntaba si eran buenos, si rezaban las oraciones, si iban a confesarse. Cuando quiso marcharse, le acompañaron un buen rato y no le dejaron hasta que subió a la carroza. El Cardenal estaba maravillado. ->>Ha visto?, le dijo don Bosco. -Teníais razón; exclamó el Cardenal. Pero esta razón parece que no le apartaba de considerar que el sistema que se empleaba en el Hospicio de San Miguel era necesario. Su Eminencia era autoritario, y tenía por axioma que la confianza hace perder el respeto. Pío IX, en efecto, después de haber hablado con don Bosco, se persuadió de que era necesario remediar alguno de los más graves inconvenientes. Pero el cardenal Tosti se opuso a toda reforma. Fue como un muro de bronce y no hubo forma de cambiar nada, aun cuando él dirigía con amor y celo aquella admirable institución. Mientras tanto don Bosco, del veintiocho de marzo al trece de abril, no dejó pasar un solo día sin ir a visitar más iglesias, famosas (**Es5.652**))
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