Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es5.646**) Un momento antes habían entrado en la sala el teólogo Murialdo, Miguel Rúa y el reverendo Cerutti de Varazze, canciller de la Curia Arzobispal de Génova. Quedaron estupefactos de la familiaridad con que el Papa trataba bondadosamente a don Bosco y de lo que vieron en aquel momento. El Papa abrió un cofre, sacó con las dos manos un puñado de monedas romanas de oro y, sin contarlas, se las entregó a don Bosco diciendo: -Tomad y ((**It5.909**)) dad una buena merienda a vuestros muchachos. Puede el lector imaginar la impresión que causó a don Bosco aquel acto de paternal bondad de Pío IX, el cual, con gran amabilidad, se dirigió a los que acababan de entrar, bendijo los rosarios, crucifijos y demás objetos devotos que le presentaron, y dio a todos un precioso recuerdo en medallas. Todos estaban conmovidos y cuando el teólogo Murialdo pudo dirigir la palabra al Papa, le pidió una bendición especial para el Oratorio de San Luis, a cuyo frente le había puesto don Bosco. Pío IX le respondió: -Es muy bueno ocuparse de los niños: hay apóstoles que quisieran alejar a los niños de Jesús; pero el Salvador dijo: Sinite parvulos venire ad me, (Dejad que los niños se acerquen a mí), y así tenemos que hacer nosotros. El Señor concede sus bendiciones a quienes trabajan por los niños y es un gran consuelo el salvarse en compañía de otros salvados por nosotros, pero es de cobardes querer salvarse solos. Entonces el teólogo Murialdo dijo: -Es una gran necesidad, sobre todo en nuestra tierra. Y enseguida agregó el Santo Padre: -En todas partes y ciertamente también en vuestra tierra, donde suceden grandes males por la libertad de la Prensa. Se imprime en un sitio, pero los escritos penetran en todas partes, porque no tenemos la muralla de la China para impedir su entrada. El año pasado, en mi viaje a Florencia y a Bolonia, tuve que secuestrar millares de folletos procedentes de Turín y de Milán. Ni que decir tiene cuánto aliviaron y animaron en su empresa al teólogo Murialdo aquellas palabras, y el Papa no olvidó al joven y celoso sacerdote turinés, ya que en 1867, pidió noticias de él a don Bosco. Pero la audiencia tocaba a su fin: se arrodillaron todos para recibir una bendición más del Papa, ((**It5.910**)) el cual animó a don Bosco que salía el último, a proseguir su empresa y a practicar, por vía de (**Es5.646**))
<Anterior: 5. 645><Siguiente: 5. 647>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com