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((**Es5.631**) -El Coliseo, respondió don Bosco. ->>Ha visto, por allí, el sepulcro de las santas mártires Perpetua y Felícitas? -Ignoro que haya sepulcros por allí. He leído que Perpetua y Felícitas, fueron martirizadas en Africa; y, a menos que sus cuerpos hayan sido trasladados a Roma, sin que yo me haya enterado, creo que estén todavía donde antes estaban. >>Acaso dice el breviario en la lecciones que fue Roma el lugar de su martirio? Todos los presentes se miraban sonriendo y el ((**It5.889**)) cardenal Antonelli vuelto al cardenal Marini, exclamó: -Os la habéis merecido esta respuesta. Preguntáronle también, si conocía las antigüedades vaticanas de antes de la era cristiana. El había leído atentamente varias obras voluminosas que trataban de este tema y para él era lo mismo leer una vez un libro que aprenderlo de memoria. Así que empezó a hablar con desenvoltura de Pallante, de sus gestas y de haber sido venerado como Dios por los etruscos, quienes le habían consagrado un bosquecito sobre la colina del Vaticano. Demostró que el nombre Vaticano, procede de la palabra Vagitanum (de vagitus: llanto infantil); por cuanto Pallante era la divinidad que presidía los gemidos del recién nacido; luego habló de la colina del Vaticano en tiempos de los Romanos, del circo construido por Nerón, del lugar de la sepultura de San Pedro hecha por San Lino, San Marcelo, San Apuleyo y San Anacleto; y describió el origen y la historia de la Basílica Constantiniana. Monseñor De-Luca quiso que don Bosco contara la historia de la Cárcel Mamertina, comenzando por la época de Anco Marcio y don Bosco la amenizó con hechos y detalles que aquel Monseñor no había oído en su vida. De tal modo cautivó la atención de los príncipes de la Iglesia, que al llegar a cierto punto exclamó sonriendo: -Yo creía que sólo mis muchachos tenían la curiosidad de oír mis narraciones; pero veo que les pasa lo mismo a los eminentísimos cardenales. S.E. el cardenal Antonelli contó al Papa los exámenes hechos a don Bosco, sus respuestas, su amena y erudita conversación y el Santo Padre quedó contentísimo de ello. Pero don Bosco había sabido hábilmente emplear sus mismas armas contra sus examinadores, que eran sacerdotes ((**It5.890**)) o simples monseñores. Cuando se daba cuenta de que era interrogado con doble fin, contestaba con la precisión que le era propia y cuando la cuestión se complicaba, pasaba él a preguntar y, como sus preguntas (**Es5.631**))
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