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((**Es5.620**) Don Bosco fue allí para lucrar la indulgencia plenaria que los Papas conceden a quienes la visitan, y para pedir al Señor que bendijera a nuestro Oratorio y a nuestros muchachos. Como era el día de la estación, estaba la iglesia adornada con profusión y se exponían a la pública veneración las más insignes reliquias, en una capilla junto al altar mayor. Eran muchísimas: entre ellas, los cuerpos de San Próspero, San Fortunato y San Cirilo, la cabeza de San Justino mártir, la del mártir San Máximo y las de muchísimo más. Don Bosco no dejaba de visitar los Oratorios festivos. A ello dedicó todo el domingo, catorce de marzo. Así lo describe él mismo: <((**It5.873**)) Patrizi. Se reunían en la iglesia de Santa María de la Encina. Entramos en ella, nos dirigimos a la sacristía, que es muy espaciosa, y nos alegró la vista de casi cuarenta muchachos, que por su vivacidad y su porte se parecían mucho a nuestros pilluelos de Valdocco. Las funciones sagradas se tienen todas por la mañana. Misa, confesión para los que están preparados, catequesis y una breve instrucción, es todo lo que allí se hace. Hay dos sacerdotes; uno confiesa y el otro asiste. Los socios de la Sociedad de San Vicente de Paúl enseñan el catecismo y dirigen las prácticas de piedad; el marqués Patrizi marca las tarjetas de asistencia, que llevan consigo los muchachos cada domingo. Si se les atendiera también por las tardes, ciertamente se les haría mucho mayor bien. >>Por la tarde, como no tienen un local a propósito en la Virgen de la Encina, aquellos chavales se reúnen en otro Oratorio, llamado San Juan de los Florentinos, pero allí no hay más que juegos sin ninguna función religiosa. Fuimos a la hora oportuna y vimos cerca de un centenar de muchachos que se divertían a su gusto con diversos juegos, lejos de los peligros y de la inmoralidad. >>Nos ha dado mucha pena que no tuvieran más ventajas, ya que no recibían instrucción religiosa. En vez de Oratorio debiera llamarse Recreatorio. Si hubiera algún eclesiástico que se cuidase de ellos, podría hacerles el bien que tanto necesitan sus almas; y esto nos dio mucha pena, porque vimos muy buenas disposiciones en aquellos jóvenes; muchos de ellos estaban encantados charlando con nosotros, besándonos muchas veces la mano a mí y a Rúa, que muy a su pesar, debía permitirlo. >>Después de entretenernos un rato con aquellos chavales: >>-Vamos, nos dijo el señor marqués Patrizi, vamos a ver otro Oratorio de muchachos mayores a la otra parte del Tíber. >>Como se trataba de oratorios condescendimos enseguida y, subimos a una barca, fuimos al Trastévere, a un tercer oratorio llamado de la Asunción. Este nos gustó bastante: su amplio patio dispuesto para cualquier clase de entretenimiento, la iglesia cercana, los muchachos mayores, el canto y las funciones nos transportaban con el espíritu a nuestro Oratorio de San Francisco de Sales. También nos gustó mucho ver al Director de aquel Oratorio, el Abate Biondi, ((**It5.874**)) dar la plática e interrogar a los muchachos más adelantados, como se hace entre nosotros, después de exponer la Historia Eclesiástica. Pero también aquí falta algo: no hay funciones por la mañana, no se da la bendición, son cerca de ochenta y el local es capaz para cuatrocientos. Sin embargo, nos ha gustado; hemos hecho amistad con algunos de ellos, (**Es5.620**))
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