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((**Es5.579**) a oír la santa misa. Entraron en la iglesia en el mismo instante en que empezaba la misa cantada. Admiró el porte de los que la celebraban y le satisfizo cómo cantaban. La normal entonación, las voces claras, acordadas y sonoras, y todo el conjunto, unido a la sencillez de la música, formaba una armonía que satisfacía a la devoción. ((**It5.816**)) Mientras tanto, andaba disgustadísimo el señor Mentasti, porque no encontraba a sus dos compañeros de viaje y estaba a punto de partir el coche correo. Advertidos don Bosco y Rúa, corrieron al lugar indicado y, subidos al cupé de la diligencia, tirada por seis robustos caballos, tomaron el camino de Civitavecchia a Roma. La distancia entre estas dos ciudades es de cuarenta y siete millas italianas, 1 que corresponden a treinta y seis millas piamontesas. El camino era amenísimo, los prados y las orillas verdes y cubiertas de flores. Don Bosco demostraba una viva alegría con observaciones ingeniosas y amenas. Después de dieciocho millas, siempre junto al Mediterráneo, llegaron a un pueblo llamado Palo. El conductor invitó a los pasajeros a apearse, porque quería que descansaran los caballos y echarles un pienso. Dado que la parada duraba una hora, don Bosco, el señor Mentasti y el clérigo Rúa aprovecharon para entrar en un mesón. El mareo, los trámites de la aduana y la dichosa prisa del señor Mentasti para salir de Civitavecchia no les habían permitido tomar ni un bocado. La mesa estuvo enseguida a punto y los tres famélicos viajeros se sentaron frente a los bollos y comieron cuanto les pusieron delante. Mientras tanto el hombre que los había servido se acurrucó en un rincón de la sala, envuelto en una manta, tan demacrado, acabado, tembloroso y pálido, que parecía la imagen de la muerte. Mediada la comida se acercó a don Bosco y le dijo: ->>Usted se ha mareado, verdad, Reverendo? -Ciertísimo; y ahora tengo gran apetito, respondió don Bosco. -Pues bien, escúcheme, Reverendo; no coma más, ((**It5.817**)) que le fastidiará y le hará daño; ya ha comido bastante; yo entiendo algo de esto. Don Bosco se lo agradeció y entabló con él una conversación por la que vino a saber que aquel hombre era el dueño del mesón y hacía tiempo que era víctima de unas fiebres tan fuertes que le ponían al borde de la muerte. 1 La milla marina o geográfica, equivale a 1.852 metros. (N. del T.) (**Es5.579**))
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