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((**Es5.577**) se levantó enseguida y quiso prestar a don Bosco la ayuda que en aquel momento necesitaba. Al amanecer del veinte de febrero, entraba el barco en el puerto de Livorno. Los viajeros podían bajar a tierra y quedarse desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde, a condición de hacer visar el pasaporte, lo que requería pagar derechos, propinas y aguantar fastidios sin fin. ((**It5.813**)) A don Bosco le hubiera gustado visitar la ciudad, celebrar misa y saludar a algún amigo, pero no pudo hacerlo. Al contrario, subió al puente un momento, pero tuvo que volver a su litera, renunciar a toda suerte de alimento y quedarse a la buena ventura. Un joven camarero llamado Charles, empezó a tenerle compasión. Iba de cuando en cuando a ofrecerle sus servicios. Don Bosco, al verlo tan bueno y cortés, empezó a conversar con él y entre otras cosas le preguntó si no tenía miedo a ser burlado yendo a menudo a visitar a un sacerdote, ya que eran muchos los señores que le observaban. -No, contestó el camarero en francés, ya ve que nadie se extraña, sino que todos le miran con simpatía, y querrían ayudarlo de algún modo. Por otra parte, mi buena madre me recomendó siempre tener mucho respeto a los sacerdotes y me decía que éste era un medio para ganarnos la bendición del Señor. El simpático Charles, deseoso siempre de aliviar a don Bosco, fue a llamar al médico de a bordo. Acudió el doctor y sus afables modales calmaron un poco al paciente. ->>Entiende usted francés?, preguntó el doctor. -Entiendo, dijo don Bosco, todos los lenguajes del nundo, también los que no se escriben, hasta el de los sordomudos. Decía esto don Bosco para sacudirse un poco de una especie de letargo que le aturdía. El otro entendió la broma y se echó a reír diciendo: -Peut être, peut être! Mientras tanto fue examinando el estado del enfermo y le dijo que al mareo se había unido la fiebre, ocasionada por falta de transpiración y que una infusión de té le iría muy bien. Don Bosco ((**It5.814**)) dio las gracias al doctor y le preguntó su nombre. -Mi nombre, dijo, es Jobert de Marsella, doctor en medicina y cirugía. Charles, atento a las indicaciones del doctor, preparó en un periquete a don Bosco una riquísima taza de té, luego otra y más tarde la tercera. La infusión le rehizo, empezó a sudar suavemente y se durmió. Pero llegaron las cinco, levaron anclas y el barco se metió en (**Es5.577**))
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