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((**Es5.494**) obra importante para la mayor gloria de Dios. Le pregunté yo una mañana si había descansado bien y me respondió: >>-No mucho, por que me ha molestado un animalote, con figura de oso, el cual se echó sobre mi cama e intentó estrangularme. >>Este hecho no sucedió una vez sola; y el mismo don Bosco confesaba que eran molestias infernales>>. Otros del Oratorio contaron en los mismos términos el hecho narrado, convencidos por otros indicios, de que allí realmente había algo de preternatural. Además, la misma noche en que don Bosco acabó de escribir las primeras reglas de la Pía Sociedad Salesiana, fruto de muchas oraciones, meditaciones y trabajo, mientras escribía la frase de conclusión: Ad maiorem Dei gloriam, (a la mayor gloria de Dios), he aquí que se le presentó el inimicus homo, sacudió su mesita, se volcó el tintero, se cubrió de tinta el manuscrito; se levantó éste violentamente por los aires, volvió a caer, se deshojó, entre gritos extraños que infundían profundo miedo; y quedó al final todo tan manchado que no era posible leerlo, y tuvo don Bosco que comenzar nuevamente su trabajo. Esto se lo manifestó el mismo don Bosco a algunos, entre los cuales se encontraba el misionero don Evasio Rabagliati. Terminado felizmente el manuscrito, rogó largamente al Señor, como nos decía él mismo, para que le hiciera saber si era llegada la hora de dar comienzo a la anhelada Congregación. Entre tanto, ya había él invitado particularmente a aquellos ((**It5.695**)) alumnos que presentaban indicios evidentes de ser los llamados por el Señor a ser sus ayudantes. Les expuso confidencialmente el plan de la sociedad que planeaba, de la que esperaba frutos incalculables para el bien de la juventud y, de vez en cuando, les fue leyendo las constituciones que había preparado. No eran las reglas definitivas, ni podían serlo, mientras no contaran con la aprobación de la autoridad eclesiástica, pero se desarrollaban con tal claridad y orden que los reunidos advertían la finalidad de don Bosco y las obligaciones que contraerían en el caso de que libremente las aceptaran. Presentamos estas Constituciones primitivas, como un apéndice, al fin de este volumen: son un documento histórico, que revela cómo había concebido don Bosco la Pía Sociedad de San Francisco de Sales. Pero la noticia de aquel reglamento se filtró más allá del Oratorio. Algunos dignatarios eclesiásticos que le querían bien, desaconsejáronle que realizase aquel proyecto, por los malos tiempos que corrían, (**Es5.494**))
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