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((**Es5.493**) Había que presentarles, por tanto, una forma y él la tenía preparada. Guiado por su acostumbrada prudencia, después de mucho meditar, pero sin prisas, ya había escrito las Constituciones de la Pía Sociedad, mientras, como atestigua el canónigo Anfossi, pedía oraciones especiales a los clérigos para alcanzar la asistencia divina en el importante trabajo. En cierto modo, tenía puesta la base en los reglamentos del Oratorio festivo y ((**It5.693**)) del internado, en los cuales los superiores, investidos de los diversos cargos, representaban a los miembros del futuro Capítulo Superior. Con muchas dificultades había logrado obtener los ejemplares de las Constituciones de las principales Ordenes y Congregaciones religiosas, ya que éstas difícilmente suelen permitir que se entreguen, ni siquiera por poco tiempo, a personas ajenas... Los mismos Oblatos de María Virgen, de Turín, que eran tan amigos suyos, se las negaron resueltamente. Pero él, algún año después, logró la forma de conseguirlas. Al principio de su trabajo, empezado en el 1855, tuvo que contentarse únicamente con los conocimientos adquiridos en el estudio de la historia eclesiástica e inspirarse en ciertas ideas que evidentemente le habían sido presentadas en algunos sueños o visiones. Mientras tanto, cuántas vigilias, cuántas lecturas, conversaciones y cartas con personas eminentes, que con su doctrina y experiencia estuvieran en condiciones de poder ilustrarle. Tanto más cuanto que él razonaba que su Congregación debía asumir formas externas que la distinguieran de las demás, despojándola de ciertas prácticas y costumbres demasiado ascéticas, no usadas por el clero secular y mal vistas o ridiculizadas por el mundo. -Consérvese la sustancia del religioso, decía él, las apariencias no son necesarias. Más aún, una congregación de este tipo, inspirará a mi parecer, mayor confianza y simpatía, y con el tiempo atraerá a muchos sujetos, para inscribirse en ella conquistados, diría yo, por su misma modernidad. Por esa misma razón no quiso que sus religiosos tomaran el nombre patronímico del suyo. Había consultado también al padre Juan Bautista Pagani, sucesor del Abate Antonio Rosmini, para encontrar normas que hiciesen posible lo que las condiciones de los tiempos no parecían permitir. ((**It5.694**)) Parece, sin embargo, que por aquella época debió sostener algunas molestias del enemigo del género humano, a quien agradaba poco aquel trabajo. <(**Es5.493**))
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