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((**Es5.488**) También don José Cafasso, con quien don Bosco había comentado las dificultades que encontraba para sistematizar la obra de los Oratorios, le decía: -Para sus obras es indispensable una Congregación religiosa. -Esa es mi intención, pero >>cómo hacer? Cuando el superior eclesiástico, o los asuntos de los miembros de la nueva sociedad exigieran una mudanza de casa o de ocupación, me encontraré con las mismas dificultades. -Naturalmente; pero conviene, replicó don José Cafasso, que esa asociación tenga el vínculo de los votos, y esté aprobada por la suprema autoridad de la Iglesia. Y entonces podrá disponer libremente de sus miembros. Don Bosco pedía consejo para un proyecto de cuyo éxito estaba seguro; pero deseaba que fuera aprobado por la autoridad de su piadoso y docto director. Al mismo tiempo tenía muy presentes las insistentes exhortaciones del arzobispo Fransoni. Sin embargo, en su prudencia, encontraba prematura la propuesta de votos formales, y preveía que ((**It5.686**)) debería empezar por conseguir de la Autoridad diocesana la aprobación de las Reglas. El teólogo Borel y algún otro -los cuales en buena ley, aunque vivieron en sus casas, deben ser reconocidos como el primer fundamento de la Pía Sociedad, porque constantemente y de mil modos prestaron su ayuda a don Bosco-, admiraban el bien social que se hacia en los Oratorios. Deseaban por eso que se perpetuasen, y hablaban al siervo de Dios para que empezara aquella congregación, cuyo plan ya les había confiado. Pero don Bosco respondía: -Tiremos adelante, abandonándonos en lo brazos de Dios. Esperemos del Señor alguna señal que nos indique la hora de empezar. De hecho, >>dónde encontrar los socios para formar una Congregación? El había comenzado, a la larga, desde hacía años, a reunir en su antesala o biblioteca, en conferencia especial los domingos por la noche, cuando los muchachos estaban acostados, a algún estudiante y algunos clérigos que parecían tener su espíritu, para prepararlos al estado eclesiástico. Para impedir que perdieran la vocación, hacía resaltar las ventajas de la vida de comunidad, y con piadosas exhortaciones y santas industrias les convencía para que pasaran todas las vacaciones, o buena parte de ellas, en el Oratorio. A veces les explicaba poco a poco sus vastos planes, y despertaba en ellos un vivo entusiasmo. Hablaba también de ello en las conversaciones familiares. Y así, casi insensiblemente, sin que se dieran cuenta, iba formando (**Es5.488**))
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