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((**Es5.472**) aquellos herejes que acusan de novedosa a la Iglesia Católica en su enseñanza y en sus instituciones. El autor expone, por ejemplo, cómo San Lino ordenó que las mujeres fueran a la iglesia con la cabeza cubierta, pero anota enseguida que aquello fue establecido por mandato de San Pablo. Prescripción que fue renovada y se observa todavía entre los católicos. (págs. 36-37) Refiere que San Cleto instituyó en Roma veinticinco presbíteros que cuidaran de las almas, como actualmente lo hacen nuestros párrocos, y que los presbíteros fueron llamados más tarde sacerdotes; de donde se deduce que en la Iglesia no hubo variación alguna, ni en cuanto a los párrocos, ni en cuanto a los sacerdotes; que la variación la han hecho los protestantes, quienes, al no admitir el sacramento de Orden, no tienen el sacerdocio y, por lo mismo, tampoco tienen párrocos ni sacerdotes. Recordamos, pues, dichas lecturas a toda clase de personas, pero de un modo particular a quienes, por falta de tiempo o de preparación, no pueden leer los gruesos volúmenes en los que se hallan expuestas dichas materias, y las declaramos aún más necesarias en estos tiempos, en los que los enemigos de la fe se valen de todas las armas del desprecio y de la mentira para tergiversar los dogmas y las instituciones de la Iglesia Católica, y desprestigiar la fama de los Vicarios de Cristo que la han gobernado a través de la Historia. ((**It5.665**)) Quien quiera ampliar estos conocimientos, aquí brevemente tratados, puede acudir a los autores que frecuentemente se citan en el mismo folleto. Entre tanto, Paravía ya había entregado a don Bosco el número correspondiente al mes de julio: La Virgen de los campos, o sea vida de la B. Oringa Toscana de la Santa Cruz (muerta en 1310). Pastorcita, sirvienta, fundadora de un monasterio y admirable por sus virtudes heroicas, por los sucesos milagrosos, por las apariciones del arcángel San Miguel y por la protección de la Virgen, que la enseñó a escribir. El mismo Paravía estaba imprimiendo ya el ejemplar del mes de agosto: Vida de los Sumos Pontífices San Anacleto, San Evaristo, San Alejandro I, por el Sacerdote Juan Bosco (D). EL trabajo de las Lecturas Católicas llevaba el mismo ritmo que la Tómbola. Don Bosco seguía enviando circulares. Ilmo. Señor: Plenamente confiado en la grande y reconocida bondad de V.S.R., recomiendo a su celo y al de sus amigos, cinco decenas de boletos, a los que uno el programa, con el ruego de interesarse para su segura entrega en las direcciones señaladas, para cuidar del dinero que pueda recibir y de los objetos que hubiera que devolver, procurando enviármelo todo a mí. En correspondencia, le prometo todo mi reconocimiento y le aseguro que, al tomar parte en esta obra de beneficencia, además del mérito que alcanzará ante el Señor, tendrá el consuelo de ayudar a bastantes muchachos, parroquianos o vecinos (**Es5.472**))
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