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((**Es5.471**) Cuando el Ministro oyó tan franca respuesta, se levantó, tomó el sombrero, se volvió a don Bosco y dijo: -En este momento ya no se puede razonar; vendré en ocasión más favorable. Pero tú, Pedro, te arrojas a un abismo... Recuerda que quieren hacerte confesar y que la confesión en lugar de darte ((**It5.663**)) la vida, te acelera la muerte. Y así diciendo, salió enfadadísimo. Entonces Pedro, tan debilitado como para temer morir aquella misma noche, pidió enseguida confesarse. Don Bosco le confesó. Y como no había escrito ni predicado contra la religión católica, no era precisa retractación alguna. Recibida la absolución sacramental, le pareció a Pedro que don Bosco le había quitado de encima una enorme losa. Su espíritu volvió a gozar la calma perdida hacía varios años. Estrechaba, besaba y volvía a besar la mano de don Bosco, y se sentía feliz a pesar de sus dolores. Don Bosco, temiendo el peligro en que se encontraba el joven por las frecuentes visitas que indudablemente le harían los valdenses, consiguió que fuera trasladado al Hospital. Allí le administraron el Santo Viático y la Extremaunción y, casi veinticuatro horas después falleció en paz. Su alma fue, como esperamos, a gozar de la eterna felicidad de la gloria. Esta conversión fue un gran consuelo para don Bosco, preocupado con su Tómbola y las Lecturas Católicas. Para el mes de junio acababa de salir de la imprenta de Paravía el folleto Vida de los Sumos Pontífices San Lino, San Cleto, y San Clemente por el sacerdote Juan Bosco (C). Hay en él algunos capítulos sobre la vida y muerte de varios apóstoles. El veinticmatro de jmlio emitía Armonía su juicio sobre este folleto: Es éste el tercer folleto de la serie de vidas de los Papas que el sacerdote Juan Bosco ha empezado a relatar al pueblo cristiano. El autor tiene un preámbulo para explicar algunas ((**It5.664**)) palabras de uso corriente en la vida de los Papas y en general en la Historia Eclesiástica. Estos conocimientos útiles para todos son absolutamente necesarios para el pueblo, a quien particularmente se dedican estas lecturas. Cuenta los hechos de San Lino, San Cleto y San Clemente. Dejando de lado las complicadas cuestiones que no hacen a su finalidad y siguiendo a los más acreditados escritores de la antigüedad cristiana, compone una historia eclesiástica de casi treinta años, o sea, desde el año setenta al ciento tres de Jesucristo, que equivale al reinado de los tres primeros sucesores de San Pedro. Y no sólo narra sus hechos, sino que explica con suma sencillez el espíritu que animaba a la Iglesia primitiva, de donde se deduce con toda claridad que el gobierno, la disciplina, los dogmas y la moral de la Iglesia antigua son los mismos de hoy; que, por tanto, son culpables de calumnia (**Es5.471**))
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