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((**Es5.418**) en 1854, y condenó sus errores. Algunos se retractaron, pero otros se obstinaron e iban a visitarlo a Suiza, donde vivía. Preocupado don Bosco por el hecho de que en Turín algunos sacerdotes y varias familias se habían adherido a las doctrinas de Towianski, que negaba la existencia del ((**It5.587**)) Purgatorio, se las arregló para reparar el escándalo y hacer desaparecer una secta incipiente que hasta el momento no tenía reuniones públicas. El teólogo Mauricio Arpino, párroco de San Pedro y San Pablo, fue quien contó al Canónigo Anfossi esta otra iniciativa del celo de don Bosco, que llevada con prudencia, no hizo el menor ruido. En efecto, cuando don Bosco se informó del progreso del mal, para enderezar la falsa idea, fue a visitar a varios de los más influyentes de aquellos ilusos. Luego, con toda intención, como aseguró el teólogo Arpino, que se lo había aconsejado, se ingenió para confirmar con sus escritos a los que vacilaban en la creencia del Purgatorio, ya que era éste el dogma que más abiertamente se ponía en duda. Por eso don Bosco escribió cuanto había dicho en las conversaciones con los pastores valdenses sobre el particular. De esta suerte respondía con un solo librito a las objeciones de los secuaces de dos sectas, librito que después salió en las Lecturas Católicas de febrero, con el título de Dos entrevistas entre dos pastores valdenses y un sacerdote católico acerca del Purgatorio y de los sufragios de los difuntos, con un apéndice sobre la liturgia, por el sacerdote Juan Bosco. El tipógrafo Paravía lo imprimió y con este folleto cumplían las Lecturas Católicas su cuarto año. He aquí la introducción del libro: AL LECTOR CATOLICO Al publicar estas dos Entrevistas, he de rogar al lector no trate de averiguar el lugar ni el nombre de las personas que intervinieron. Son muchas las razones que me inducen a no publicar los nombres de las personas y está entre ellas la de los que así me lo suplicaron y prometí cumplirlo. Por lo demás, lo que vas a leer es un hecho histórico. Pero, al exponer la materia, he cuidado dos cosas: he modificado algo ((**It5.588**)) la forma de hablar de los adversarios, para acomodarla a lo que otros protestantes dicen en sus escritos. Exponemos las objeciones sustancialmente tal como se hicieron. Mas para no alargar desmesuradamente el libro, ya que muchas veces se dijo lo mismo y se repitieron los mismos argumentos, me he permitido ir directamente a la cuestión, sin copiar las repeticiones. También he creído conveniente omitir ciertas expresiones, menos dignas de las cosas sagradas, que podrían apenar el espíritu sensible de nuestros lectores. Si los argumentos aducidos no agotan la materia sobre la existencia del purgatorio, (**Es5.418**))
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