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((**Es5.414**) como tal también tenía que dejar de vivir, resulta, por legítima consecuencia, que debía transmitir a sus sucesores (los Sumos Pontífices) la misma autoridad que él había recibido de Cristo. También haremos seguir la vida de éstos a la del primer Pontífice San Pedro. Y así como un hijo debe ser naturalmente inclinado a oír con agrado los hechos gloriosos de su padre, así nosotros, como hijos espirituales de San Pedro y de sus sucesores, hemos de gozarnos también al leer los hechos gloriosos de estos grandes hombres, que hace dieciocho siglos gobiernan la Iglesia de Jesucristo. Debo, sin embargo, advertir que escribo para el pueblo y, por consiguiente, dejando de lado todo rebuscamiento de estilo y dudosas o inútiles ((**It5.582**)) discusiones, procuraré reducir el estilo y la materia a la sencillez que requiere la exactitud de la historia, de acuerdo con la teología y las reglas de nuestra lengua italiana.En cuanto a las fuentes de donde saco las noticias, puedo asegurar al lector que no consignaré una palabra, ni expondré un hecho sin confrontarlo, a ser posible, con autores de la época o al menos con los más próximos a los tiempos a que se refieren los sucesos. Y para no ordenar aquí un catálogo de los autores de que me he de servir, procuraré mencionar los principales, a medida que el asunto me vaya ofreciendo ocasión para ello. He procurado reducir los folletos de modo que cada uno contenga temas completos, y así puedan pasarse a otras personas, sin que se corte el argumento. Para quienes quisieran conservar la serie completa, pero separada de los otros folletos de las Lecturas Católicas, se marcará con una letra del alfabeto el orden progresivo de cada número que trate de los hechos de los Papas y de lo ocurrido en sus tiempos. Y mientras, y por mi cuenta, prometo no ahorrar fatiga ni cuidado alguno para que cuanto escribo sea exacto, ruego a los ministros del altar y a cuantos tienen alguna influencia en el pueblo cristiano, tengan a bien ayudarme a propagar estos libritos en aquellos lugares y entre aquellas familias a las que consideren más necesitadas de ellos. Corren días muy tristes para nuestra santa religión, los enemigos del catolicismo invierten sumas ingentes de dinero, emprenden largos viajes, soportan grandes fatigas para difundir libros inmorales y contrarios a la religión. Y nosotros, >>no vamos a tomar ningún cuidado para el bien de las almas, cuando los otros ponen tanto ardor para llevarlas a la perdición? Dios misericordioso infunda en todos los corazones un vivo deseo de salvar almas y nos ayude a mantenernos fieles a la fe de Pedro, que es la de Jesucristo, y así caminaremos por la vía que conduce al cielo. Así sea. Armonía del primero de febrero, emitía el siguiente juicio sobre este folleto: ((**It5.583**)) <(**Es5.414**))
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