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((**Es5.395**) para nuestra bebida. Fue él mismo quien dijo: El que come mi carne y bebe mi sangre tendrá la vida eterna. Pero, por el amor de Dios, no olvidéis que come y bebe su condenación el que comulga sacrílegamente. >>-Porque la segunda persona de la Santísima Trinidad se hizo hombre para librarnos de las penas eternas. Y nosotros, a cambio, hemos de dar gracias constantemente a nuestro divino Redentor, practicar la mortificación cristiana y renunciar a nuestra voluntad, huyendo de los placeres mundanos por amor de Jesucristo. >>-Porque El murió por nosotros en la Cruz, derramando toda su sangre para nuestra salvación, borrando la antigua sentencia de condenación, y dejándonos a ((**It5.556**)) María Santísima por madre. >>-Porque Dios nos amó desde la eternidad, nos mandó que le amáramos sobre todas las cosas, proclamó que éste es el primero de todos los mandamientos, nos hizo conocer que el amor al prójimo es una sola cosa con el amor de Dios, y que la gloria del paraíso es la consumación de la gracia. >>Y añadía: >>-No todos pueden ayunar, peregrinar por la gloria de Dios ni hacer grandes limosnas, pero todos pueden amar. Basta quererlo>>. Con este mismo estilo predicaba a los chicos externos, acomodando las razones a su inteligencia. Los protestantes no cesaban de repartir entre el pueblo libros malos: el dieciséis de noviembre de 1856 don Bosco hablaba desde el púlpito sobre el apóstol San Pablo y contaba cómo este apóstol hizo quemar en la ciudad de Efeso una cantidad de libros de magia y de perversas enseñanzas dirigidos al pueblo para engañarlo e inducirlo a toda clase de vicios. Cuando terminó la narración, preguntó al clérigo Vaschetti: ->>Por qué San Pablo hizo quemar en la plaza pública aquella gran cantidad de libros que hubieran podido valer cien mil liras en vez de venderlos y dar el dinero a los pobres? O bien, >>por qué no guardarlos con cautela él mismo? Vaschetti observó: -Si aquellos libros hubieran caído en otras manos, ícuántas personas se habrían contagiado con ideas nocivas para las almas! Por eso San Pablo se creyó en el deber de destruirlos. El mismo no se fiaba de leer aquellos libros depravados. Y don Bosco respondió: -Muy bien; porque si una bebida venenosa puede hacerme daño a mí, también puede hacérselo a los demás; y no hay ventaja material que pueda compararse con el menor daño moral. (**Es5.395**))
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