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((**Es5.282**) Iglesia, y no titubeó. Ya hemos visto cómo, desde hacía años, se industriaba con ímprobos sacrificios y sin descanso, para conservar y suscitar vocaciones al estado eclesiástico. Pero veía que era necesario unir a su obra la actuación de los obispos y de los párrocos. En octubre de 1852, don Bosco recomendaba al obispo de Biella a un jovencito de su diócesis para que lo admitiese en su seminario menor, porque le ofrecía esperanzas de éxito en la carrera eclesiástica. El Obispo le respondió con los motivos por los que no podía en aquel momento dar respuesta afirmativa, pero decía: <>. En 1853 escribía don Bosco a monseñor Clemente obispo de Cúneo pidiéndole permiso para imponer la sotana ((**It5.390**)) al joven Luciano, y le respondía así aquel Prelado el primero de octubre: <>. A finales de 1854 Lorenzo Renaldi, obispo de Pinerolo, enviaba a don Bosco dos pobres jóvenes destinados a su seminario: el clérigo Juan Bautista Cavalleris y el estudiante José Gora, con la autorización para tomar la sotana. <>. En 1855 se dirigía don Bosco a algunos párrocos para que de algún modo ayudaran a un feligrés suyo, aspirante a la carrera eclesiástica y escribía al teólogo Appendino, arcipreste de Caramagna: (**Es5.282**))
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