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((**Es5.275**) -Tres, respondió; Garovaglia, el joven Segundo Gurgo y yo, más el piano que hace el número cuatro. -Bien, dijo don Bosco, muy bien. Sois tres pianistas y Gurgo os podrá dar lecciones de música. Tú procura no perderlo de vista. Y no añadió nada más. El clérigo, acuciado por la curiosidad y sospechando algo, comenzó a hacerle preguntas, pero don Bosco le interrumpió diciendo: -El porqué de todo esto lo sabrás a su tiempo. El secreto no era otro sino que en aquella habitación estaba el joven de las veintidós lunas. A principios de diciembre no había ningún enfermo en el Oratorio y don Bosco, subiendo a su tribuna después de las oraciones de la noche, anunció que uno de los jóvenes presentes moriría antes de la fiesta de Navidad. Ante esta nueva predicción y el próximo cumplimiento de las veintidós lunas, reinaba en la casa gran preocupación; los muchachos recordaban frecuentemente las palabras de don Bosco y temían la realización de lo anunciado. Don Bosco, por aquellos días, llamó nuevamente al clérigo Cagliero preguntándole si Gurgo se portaba bien y si, después de dar las clases de música en la ciudad, regresaba a casa temprano. Cagliero le respondió que todo procedía normalmente, no habiendo novedad alguna entre sus compañeros. -Muy bien, añadió el siervo de Dios, estoy contento; procura que todos observen buena conducta y avísame si sucediese cualquier inconveniente. Y, dicho esto, no añadió más. ((**It5.381**)) Mas he aquí que, hacia la mitad de diciembre, Gurgo se sintió asaltado por un cólico violento y tan pernicioso que, habiendo sido llamado el médico con toda urgencia, por consejo de éste, se le administraron al paciente los últimos sacramentos. Ocho días duró la penosa enfermedad y Gurgo fue mejorando, gracias a los cuidados del doctor Debernardi, de forma que pronto pudo levantarse del lecho convaleciente. El mal había sido conjurado y el médico aseguraba que el joven se había librado de la muerte. Entre tanto, se había avisado al padre del muchacho, pues no habiendo muerto hasta entonces nadie en el Oratorio, don Bosco quería librar a sus alumnos de tan desagradable espectáculo. La novena de Navidad había comenzado y Gurgo, casi curado, pensaba ir a su pueblo natal para pasar las pascuas con sus parientes. A pesar de ello, cuando se daban (**Es5.275**))
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