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((**Es5.273**) cara cubierta de mortal palidez. Yo pasé por delante de todos para examinarlos y entre ellos descubrí al que llevaba la luna sobre la cabeza, el cual estaba más pálido que los demás; de sus hombros pendía un manto fúnebre. Me dirigí a él para preguntarle el significado de todo aquello, cuando una mano me detuvo y vi a un desconocido ((**It5.378**)) de aspecto grave y noble continente, que me dijo: -Antes de acercarte a él, escúchame; todavía tiene veintidós lunas de tiempo; antes de que hayan pasado, este joven morirá. No le pierdas de vista y prepáralo. Yo quise pedir a aquel personaje alguna otra explicación sobre lo que me acababa de decir y sobre su repentina aparición, pero no logré verle más. El joven en cuestión, mis queridos hijos, me es conocido y está en medio de vosotros. Un vivo terror se apoderó de lo oyentes, tanto más que era la primera vez que don Bosco anunciaba en público y con cierta solemnidad la muerte de uno de los de casa. El buen padre no pudo por menos de notarlo y prosiguió: -Yo conozco al de las lunas, está en medio de vosotros. Pero no quiero que os asustéis. Como os he dicho, se trata de un sueño y sabéis que no siempre se debe prestar fe a los sueños. De todas maneras, sea como fuere, lo cierto es que debemos estar siempre preparados, como nos lo recomienda el Divino Salvador en el Evangelio y no cometer pecados; entonces la muerte no nos causará espanto. Sed todos buenos, no ofendáis al Señor, y yo entre tanto no perderé de vista al del número 22, el de las veintidós lunas o veintidós meses, que eso quiere decir; y espero que tendrá una buena muerte. Esta noticia, si bien asustó mucho al principio a los muchachos, hizo inmediatamente un grandísimo bien entre ellos, pues todos procuraban mantenerse en gracia de Dios, con el pensamiento de la muerte, mientras contaban las lunas que se iban sucediendo. Don Bosco, de vez en cuando, les preguntaba: ->>Cuántas lunas faltan aún? Y lo muchachos respondían: -Veinte, dieciocho, quince, etc. A veces, algunos que no perdían una sola de sus palabras, se le acercaban para decirle el número de lunas que habían pasado, e intentaban hacer pronósticos, adivinar..., pero don Bosco guardaba silencio. El joven Piano, que había entrado ((**It5.379**)) en el Oratorio en el mes de noviembre (1854), oyó hablar de la luna novena, y por los superiores y compañeros vino a saber la predicción de don Bosco. Y también, (**Es5.273**))
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