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((**Es5.257**) del éxito obtenido, escribía a don Bosco la presente carta que traducimos del original francés. Señor Abate Bosco: Usted se me ha adelantado. Quería yo escribirle, como lo hago ahora, para agradecerle los cuidados que se ha tomado por mis alumnos, durante mi larga ausencia. Los he encontrado en perfecto estado de salud, más rollizos y al mismo tiempo crecidos; uno ha progresado en dibujo y otro en latín; y, lo que es más importante, lo dos han ganado mucho en cordura, especialmente Luis. Ya no riñen ni se pegan.Enrique ha adelantado muchísimo en dibujo, lo que agradezco al señor Tommasini, y al Señor Peire su atenta vigilancia. Mi administrador, portador de la presente, tiene el encargo de retirar todos los enseres de los chicos, exceptuados los armarios, mesitas y demás muebles que usted haya comprado para ellos. Al propio tiempo cancelará los gastos pendientes. Su visita, con la que cuento, señor abate, será precedida por la mía, que efectuaré el próximo lunes, si el tiempo lo permite, ya que, cuando llueve, difícilmente emprendo yo un viaje. Aquí todos están bien y será para ellos una fiesta su aparición. Esta es la palabra que corresponde a su visitas relámpago. Reciba, señor Abate, la expresión de mi más respetuoso afecto. Jueves por la tarde, 22 de octubre de 1855 DE MAISTRE Duquesa LAVAL MONTMORENCY Entre tanto, volvían de las vacaciones los alumnos del Oratorio y entraban los nuevos. Entre éstos Domingo Bongioanni, hermano del ya nombrado José, que más tarde construyó la iglesia de San Alfonso en Turín, y Juan Bonetti de ((**It5.355**)) Caramagna, que llegó a ser famoso en la Sociedad Salesiana y que entonces, con sus diecisiete años y sus modales, se ganó entre los compañeros el mote de papá. En los últimos días de octubre entraba en el Oratorio como pensionista un jovencito de Tortona, cuyas disposiciones para la pintura y escultura habían movido al municipio de aquella ciudad a ayudarle, enviándolo a Turín para que siguiera los estudios de arte. Había sufrido una grave enfermedad en su casa, y cuando llegó al Oratorio, ya fuera por hallarse lejos del pueblo y de los suyos, ya fuera por encontrarse en compañía de muchachos desconocidos, el caso es que se encontraba arrinconado, observando cómo los demás se divertían, absorto en sus pensamientos. Savio no tardó mucho en acercarse a él para consolarle. Mantuvieron el siguiente diálogo: -íHola, amigo! Se ve que no conoces a nadie, >>verdad? -Pues no. Pero me divierto viendo jugar a los otros. ->>Cómo te llamas? -Camilo Gavio, de Tortona. ->>Cuántos años tienes? (**Es5.257**))
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